miércoles, 21 de febrero de 2018

Si no eres verdadero artista... ¿qué haces insultando a la gente?

José María Pérez Gómez

    Por una supuesta vulneración de unos derechos, os rajáis las vestiduras y venís ahora a dar clases de lo políticamente correcto, a sabiendas de que no es así… 

   Vosotros que creéis saberlo todo, sí, vosotros… los de los nuevos medios, los que defendéis el insulto, la difamación, lo hortera y lo grosero, como forma de arte porque no conocéis la sátira. ¿Os escandalizáis ahora, de que por defender esta sin razón, como algo indisoluble a vuestra vanidad, ahora se llegue a la privación de un derecho?

    No tenéis ni idea de lo que es la censura y se os llena la boca pidiendo libertad de expresión para delincuentes, sin estimar que sus derechos terminan donde comienzan los de otros, los nuestros. No por gritar, por insultar y difamar más, van a llevar más razón, aunque lo repitan como loros. Podéis vivir en vuestra burbuja, pero un día toda esa inmundicia que ahora defendéis con tanto ahínco, os salpicará a la cara y esos que tanto defendéis huirán sin miramientos, dejándoos con el culo al aire.

     El derecho a insultar, termina cuando el insultado reclama el derecho al respeto. Por mucho "progre" que te creas insultando a este gran País, por mucho que te moleste su historia, políticos e incluso el rey, hay formas de hacer críticas con elegancia, sin llegar a lo mezquino. Yo mismo me he equivocado muchas veces y he rectificado, hay gente por ahí a los que he pedido perdón, porque un hombre de verdad, no puede caer y dejarse llevar por lo ruin y cobarde…

    Muchas veces digo que cuando se pegan dos puñetazos en la mesa no te puedes equivocar, hay que saberlos dar y tener la certeza de que aun así no vas a perder… ¿Por qué? Porque es una declaración de guerra, y si eres un líder de algo, no debes utilizar a las masas para defender tus intereses, debes asumir las consecuencias y estar dispuesto a recibir todos los palos que puedan venirte. Pero claro esto mucha gente solo lo aprenden a fuerza de estacazos.

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