martes, 15 de febrero de 2011

EL ROBO EN LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA DE ARCOS

Hacía el 13 de agosto de 2007 el ya desaparecido Manuel Pérez Regordán escribió en su página del Cronista Oficial de Arcos de la Frontera, en el Arcos Información este curiosisimo artículo, que al día de hoy sigue de rigurosa actualidad:

EL ROBO EN LA BASÍLICA DE SANTA MARÍA DE ARCOS

La prudencia tiene un límite: Cristo la desechó cuando expulsó a los mercaderes del templo”.

Se han perdido para siempre unos quinientos millones de pesetas del patrimonio eclesial de los arcenses.

El robo.
En la Basílica Menor Santa María de la Asunción, de Arcos de la Frontera, se ha comprobado el robo de valiosísimas alhajas, sin poderse precisar exactamente la fecha de su realización. La mayoría de estas piezas corresponden al joyero de la Virgen del Rosario y no, como se ha dicho, al de la Patrona Nuestra Señora de las Nieves.
Estas joyas estuvieron en poder de la camarera de la Virgen, doña Ana María Rodríguez Molle, hasta los años sesenta del pasado siglo, en que el párroco don Fernando Rollán García-Donas logró rescatarlas, custodiándose desde entonces en el Museo Histórico Artístico de la Parroquia.

El cierre y abandono de nuestro primer templo es una barbaridad sin precedentes en la historia de Arcos.
Las imágenes de las cofradías están secuestradas al culto.

Entre todas las piezas cabe destacar un pectoral que, últimamente, lucía la Patrona de la Ciudad en su salida procesional del cinco de agosto y que pasamos a describir tal como aparece en el Inventario que de la Basílica Parroquial hicimos con don Víctor Marín Solano en el año 1980:

Pectoral mayor de la Virgen del Rosario.
Extraordinario y pesado medallón, montado en grueso oro de ley con limpias y ricas esmeraldas, grandes y pequeñas y delicados esmaltes.
Lleva un hueco calado interior y ovalado, una preciosa imagen de la Virgen con el Niño en su brazo izquierdo y el cetro, en forma de flor de lis, con esmaltes azules en la mano derecha, vestida con túnica acaramelada y manto de esmalte azul con estrellas de oro. Se cubre con corona de oro con esmaltes azules.
La Virgen está cogida, arriba y abajo, en dicho hueco en un eje que le permite un pequeño movimiento de giro, midiendo 4,8 centímetros. La rodea una orla ovalada con trece esmeraldas cuadradas y rectangulares que miden desde 0,5 hasta 0,8 centímetros.
Cierra este contorno por abajo una grandísima esmeralda horizontal de 3,3 centímetros por 1,2 que se complementa con dos triangulares en punta, más pequeñas, formando la media luna a los pies dela Virgen. Una tercera orla exterior más tupida se engarza con treinta y cinco esmeraldas cuadradas y triangulares, de tamaño parecido a las anteriores, menos las dos rómbicas en ligero pico saliente a los lados y a las cinco inferiores bajo la media luna citada, que son mayores.
Finalmente, una rómbica-cometoide de 0,8 por 0,9 centímetros en sus ejes, como las laterales en picos salientes, le sirve de extremidad inferior, mientras otra mayor octogonal recordando la forma de una mitra, de 1,5 por 1,6 centímetros la remata por arriba. Algunas otras complementan la colección.
Unos ligeros toques de esmalte verde adornan algunos engarces inferiores.
Por detrás vemos el soporte de oro para las esmeraldas, sin ser visibles aquellas, con gran ornamentación de esmaltes en azul principalmente y menos en verde.
Y por último, en el hueco del centro, la espalda de la Virgen cubierta con el manto de esmalte azul y estrellitas de oro con una preciosa y bien peinada melena de oro, hasta más debajo de la cintura.
Arriba, un asa permite colgarla.
Debemos añadir, que desde hace muchos años, le falta una pequeña esmeralda triangular del contorno exterior izquierdo de la cara.
No hay documentación alguna sobre él, aunque es citado simplemente como ‘una joya con esmeraldas y una imagen esmaltada en el mismo’ en dos de las relaciones antes indicadas. Pero dado que una sí tiene fecha, la otra no y en la tercera no se cita, si todas estuvieran fechadas podríamos haber visto cuándo llegó a Santa María.
Es la única joya que hemos podido hacer apreciar por varios joyeros de Jerez, que nos manifiestan su gran valor histórico y artístico, atribuyéndole un origen hispano americano: Perú, Colombia, Guatemala, Ecuador, Méjico..., con unos treinta y cinco kilates o más de esmeraldas colombianas de las antiguas minas de Muzo, montadas en oro de ley y con un peso total de 246 gramos, midiendo nueve centímetros de anchura por 13,2 de altura.
Nos añaden que es una joya extraordinaria, artesanal con las esmeraldas labradas una a una a mano, expresamente para el hueco que ocupan y muy digna de figurar en las mejores colecciones, pues la consideran como una auténtica pieza de museo.
Por su parte, algunos buenos e íntimos amigos de Hipólito Sancho de Sopranis, que tanto se preocupó y escribió sobre Arcos y especialmente de Santa María, siempre manifestaron su admiración por esta excepcional presea, atribuyéndola a la orfebrería mejicana de finales del XVII o principios del XVIII y que los esmaltes eran de tal categoría que no dudaría en atribuirlos a los famosos talleres franceses de Limoge.
No podemos dar datos de cómo ni cuándo pudo llegar a Arcos, pero el hecho de que el cetro de la Virgen sea una alargada flor de lis y que haya otras dos piezas con coronas reales borbónicas de parecidas características, pero algo más inferiores, nos hace pensar fueran hechas expresamente para algún monarca de esta dinastía”.


El abandono del templo ha sido tal que no se ha podido precisar ni la fecha exacta del expolio.
Los arcenses debemos actuar en consecuencia y exigir responsabilidades al Obispado: es nuestro patrimonio clesial.

Una valoración en Jerez.
A finales de 1979 y con motivo de ir preparando notas para el inventario parroquial, pedimos al inolvidable párroco don Juan Candil Ríos que nos dejase este pectoral para que nos lo valorase algún joyero de Jerez. El autor de estas líneas lo guardó en un bolsillo interior de la chaqueta y, al llegar a la ciudad del vino invitó a don Víctor Marín a que se bajara del automóvil y se dirigiera a la joyería de Piaget y Nadal, en la calle Larga, mientras que procedía a encontrar aparcamiento. Al llegar al establecimiento, don Víctor estaba en la puerta con el pectoral en la mano, protegido por una bolsa de papel.
Nos dijo que en aquella joyería le habían recomendado otra en la calle Honda que tenía todo el instrumental necesario para calificar el oro y piedras preciosas. Hacia allí nos dirigimos.
El joyero, con suma amabilidad, entró con la pieza en el interior y salió al cabo de unos minutos para mostrarnos su admiración. Allí nos pudimos enterar de que las esmeraldas eran de las colombianas minas de Muzo, las más valiosas del mundo. La valoración que nos hizo fue la de unos treinta millones de pesetas de valor intrínseco, es decir, sin tener en cuenta para nada el valor artístico.
Nos arrepentimos entonces de no habernos llevado también los dos colgantes que acompañaban a éste en el pecho de la Virgen que, igualmente, estaban formados por cuarenta y una y veintiséis esmeraldas respectivamente, también con guarnición de oro de ley y esmaltes.

Los armarios del Museo Histórico Religioso de Santa María fueron costeados por el Ayuntamiento, de acuerdo con la Iglesia, para convertirlo en museo permanente, así como, en parte, el Salón Parroquial para uso común.
Una vez desaparecido don Juan Candil, se niega todo.

La desprotección de seguridad.
Ya el diario La Voz ha publicado en uno de sus números de la falta de seguridad.
Todas estas piezas, más los ricos rosarios y cadenas, en su mayoría cuajados de esmeraldas y diamantes, objetos del robo, se guardaban en el llamado ‘Tesoro’ o ‘Museo Histórico Religioso’ de la Parroquia, cerrado a cal y canto para propios y extraños.
El peligro de robo no sólo estriba en la desaparición de la alarma que pagó el Ayuntamiento que presidió don Laureano Barrera Ruiz, sino que, además, los postiguillos de las puertas de los balcones estaban abiertos permanentemente para la ventilación de la sala, por lo que ha sido fácil, con una lanzadera o sofisticada escalera, acceder al recinto a altas horas de la madrugada sin ser visto por nadie, ya que en la Plaza del Cabildo no hay más vecindad que el Parador de Turismo y los turistas llegan a descansar y no a trabajar como detectives.
Por parte de la Iglesia no se ha permitido fotografiar absolutamente nada y se ha negado declaración alguna, quizás esperando con ello que la noticia se vaya diluyendo y los arcenses lo olviden.
Por otra parte, se ha hablado en la prensa sobre los responsables de la parroquia y aquí no hay pluralidad alguna, sino singularidad.

Aquí no hay más que un responsable: el de la parroquia, que mantuvo durante meses la Sala del Tesoro sin alarma y con los postiguillos de los balcones abiertos. Para colmo, no permitió que ningún periodista obtuviese fotografías del lugar de autos y se negó a hacer declaraciones.

¿Quién pudo traer el pectoral?
Para la confección de ‘La historia social de Arcos a través de la Hermandad del Santo Cristo de la Veracruz’, que tenemos bastante adelantada, logramos del Archivo General de Indias, en Sevilla, los expedientes de todos los arcenses que fueron a América, desde 1523 hasta 1789, y, entre ellos aparece Miguel Antonio Calderón de la Torre, amante de Lucía Pérez, que volvía a su ciudad natal a bordo de la nao Nuestra Señora del Buen Suceso, más conocida por La Concordia, pero, desgraciadamente, en el trayecto de Lima a Cádiz, falleció el 28 de junio de 1788, habiendo otorgado testamento ante el escribano del buque don José María Caballero en 15 del mismo mes y año.
Don Miguel Antonio fue oficial mayor de la Mesa del Viento de la Contaduría de la Real Aduana de Lima y venía ‘con el fin de descansar en estos reinos por el retiro que se le ha concedido por S.M.’ Conservamos en nuestro archivo su espléndida hoja de servicios.
Venía en compañía de su hijo natural don Pedro Calderón, nacido en Cochabamba, obispado de Trujillo en Perú, el 6 de julio de 1756.
Al llegar a Cádiz, la Audiencia de Contratación de Indias exigió al capitán que diera cuenta de la ropa y alhajas que ‘se hallan en los baúles que traía’. Se habla de dinero y plata labrada. Don Miguel Antonio traía ocho mil ochocientos pesos de plata con peso de cuarenta y nueve marcos y dos onzas, más cuarenta y dos castellanos de oro, de los que dos mil pesos se habrían de imponer a nombre de su hermana doña Justa Calderón de la Torre, que vivía en la Corredera en casa propia, con el fin de que se alimentase con los réditos (murió el 1º de octubre de 1788). En los baúles llegaban 130 pesos y en poder de don Tomás de la Calleja, alias el Aquiles, 1.150 pesos; don Francisco Sierra, Alguacil Mayor del Comercio de Cádiz, le debía 290 pesos y don Mateo Milanés, Coronel del Regimiento de Infantería de Extremadura, le debía 20 pesos.
Entre las alhajas traía un juego de hebillas, unas de oro y un espadín de puño de plata.
Fue este indiano un excelente mecenas de la hermandad de la Vera Cruz, regalando 300 ducados para la confección del manto de la Virgen de los Dolores que bordó el sevillano Lucas Ortega en 1786 y fue, a la vez, el donante de la corona, cantoneras e INRI de la cruz del Santo Cristo, colaborando también en el pago de un paso de plata que se realizó por el platero Alexandre para la Virgen y San Juan. Las letras del S.P.Q.R. que hoy lucen en el cartel de los ‘armaos’ también fueron de su donación.
No conocemos, a través de toda la historia de Arcos, a ningún otro indiano mecenas con las hermandades, por eso proponemos atribuir la llegada de los pectorales de la Virgen del Rosario a Miguel Antonio Calderón de la Torre, poseedor de una rica fortuna.




Ilustraciones: Anverso y reverso del desaparecido pectoral mayor de la Virgen del Rosario.
Foto: Fundación Víctor Marín.

Todavía no se ha encontrado lo desaparecido ni hallado a sus culpables.

2 comentarios:

  1. A dia de hoy¿Se sabe algo del robo, indicios posible autor o autores?

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    1. Hay un silencio muy sospechoso. Es tema tabú porque no se sabe exactamente cuando desapareció, no hubo fuerza ni destrozos... Tampoco hay una intención clara de buscar al o a los culpables...

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