jueves, 12 de diciembre de 2019

¿Por qué soy un rebelde?

Cuentos del Alma
José María Pérez Gómez

   Con curiosidad miraba a ese inmenso mundo exterior desde mis más tierna infancia, tenía muchas ganas de aprender y por eso creía en mis padres y en los mayores de mi entorno, con la ilusión de que lo sabían todo... y ese era mi universo, sin plantearme lo contrario, viviendo en un mundo hecho por y para personas buenas, creado por un SER SUPERIOR, más grande que mis propios progenitores, aunque para superior, lo que se dice superior, me quedo con los tres Reyes Magos de Oriente, a los que pedía cosas muy extrañas y por supuesto, cuando me iba a la cama le contaba mis secretos al Niño Jesús que para eso era tierno y dulce como yo...

  En aquellos años felices no sabía que mi vida, como la de todos los niños de esa edad, iba a estar marcada, que iba a ser testigo de unos hechos que cambiarían el destino de España y comencé a caminar en el ocaso de una dictadura. Recuerdo especialmente un libro en el colegio que me llamó la atención, sobre todo porque el maestro se saltó una lección o mejor dicho, la dio de pasada y no entró en el examen. Muy raro, pues entonces las cosas que leíamos en los libros de texto había que aprenderlas al dedillo, sí, esto no era normal, sus últimas páginas, la de esta lección estaban dirigidas a Franco y a un tal José Antonio Primo de Rivera, al que asesinaron los rojos comunistas porque eran muy malos y enemigos de la patria, además de ateos. Más o menos así lo describía el libro... (lo leí de pasada) y aunque el maestro en cuestión, precisamente rojo no era, a finales de los '70 prefirió ser prudente o le habían "leído la cartilla" (a él), pues todo estaba cambiando aunque los libros fueran algo viejos y con temas impuestos por el antiguo régimen.

  Cuando mi madre encendía por las mañanas la radio, antes de ir al colegio, escuchábamos "La Saga de los Porretas" en la cadena SER y si cambiaba de emisora lo más probable era que hablaran de guerras. A veces, en el televisor veíamos furtivamente imágenes en blanco y negro que no eran para niños, no era lo normal porque se respetaba el horario infantil, porque te avisaban y porque mis padres para ver esas cosas ponían cuidado, además en las películas estaban obligadas a poner unos rombos, si eran dos te podías chocar...

   Durante mi niñez e incluso adolescencia, EEUU era una hegemonía mediática, influyendo en casi todo el planeta y creo que hasta más del 90 % de las películas que consumíamos eran de origen norteamericano, en aquella época el cine español estaba infravalorado y el europeo era puntual, influido por el cine italiano, así que sin haberla vivido nos pilló la guerra de Vietnan a miles de kilómetros de distancia, todavía no conocíamos a Rambo y por eso los americanos perdieron esa guerra (en las películas se echan muchas mentiras). En los años '70 sólo se hablaban de las guerras extranjeras, aquí no sucedía nada, el infierno estaba siempre afuera, España era como una burbuja, una madre que nos amamantaba con anestesia. Mis propios padres eran niños de la posguerra incivil, ocurrida 30 años antes de que me trajera una cigüeña al mundo, nací de un huevo y no lo sabía. Por supuesto que la muerte no existía, hasta que a un amigo de mi padre se le ocurrió darle una moneda a Caronte y esa fue la primera muerte que recuerdo que lloré. Para mí, los hospitales eran como ir al mecánico a que lo arreglasen a uno y siempre salía la cosa bien.

   Desde que supe lo que era la muerte me tuvieron que obligar a comer, me costaba mucho comer carne y pensaba si los animales tenían alma, si sufrían y esas cosas. En el colegio el maestro nos decía que los animales nos daban su carne y no sufrían como los humanos, para demostrárnoslo nos llevó al matadero, pero mi mente estaba contaminada por extrañas ideas, por un lado mantuve el tipo, para que mis compañeros no se burlaran de mí, por otro me fijé en esos cochinillos, en sus rostros, en sus ojos, en sus últimos momentos... antes de entregarnos o darnos sus carnes, como decían los libros. Yo era muy raro, lo sé porque hay un estudio que dice que los que leemos Bamby cuando somos pequeños, nos quedamos traumatizados... y este fue mi primer libro, tenía seis años cuando me invitó a leerlo don José Medina que en gloria esté, un profe que tampoco sé que hacía con aquellos compañeros, pues sobresalía y brillaba ante cualquiera con el que lo midiéramos, si es que de ese colegio también han salido los más ilustres de Arcos, algo tendrá, sus 350 años de historia lo dicen todo.

   El mundo era mugriento y triste, la gente olía y no nos dábamos cuenta porque lo normal era que te lavaras una vez a la semana, el sábado o el domingo porque entonces todo el mundo iba a oír misa y eso era tan sagrado que no se podía ir sucio. De mi edad no sé de ningún niño que no estuviera bautizado, eso era un pecado mortal impensable y por eso, gracias a nuestros padres, todos íbamos después del colegio en horas extra-escolares a catequesis, las cuales impartían profesores de baja o ninguna formación académica...

  Cuando creces en este caldo de cultivo, tu obligación es despertar y ser un rebelde, buscar el alma por ti mismo, descubrir el ser que llevas dentro sin creer en lo que te cuenten.

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