domingo, 30 de diciembre de 2012

¡Trabajad, esclavos!

José María Pérez Gómez
Arcos de la Frontera


“- Sois todos unos pedazos de holgazanes, ahora vais a saber lo que es bueno.”

Esta es la verdadera línea política que se esconde tras el anuncio de aumentar las horas de trabajo. Ha llegado el rey del orgullo, que con su victoria ha sembrado el paro, el hambre y la miseria que nos conduce irrevocablemente a la muerte, solo falta la guerra para que se reúnan los 4 jinetes del Apocalipsis…

¿Qué ha quedado de aquella reivindicación de 35 horas por ley?

El gobierno que es buque insignia de los derechos de un país dice que ahora no solo va a aumentar las horas de trabajo de sus empleados públicos, sino que también tendrán que trabajar por las tardes, recortando derechos que se consideraban consolidados… ¿Qué no harán empresarios sin escrúpulos una vez asomados a semejante espejo?

Después de haber consolidado unos derechos y tras mucho esfuerzo, con pleitos de por medio en los que nunca me faltó el apoyo de mis compañeros, puedo ir a mi casa a comer y hacer vida familiar, sacar a mi perro y tener cierta calidad de vida, a pesar de tener un mísero salario… por lo que casi no me puedo quejar, tal como está el patio, tengo empleo.

Me asusta el odio y la envidia que tiene este gobierno hacia sus empleados, porque un gobierno digno está para hacer felices a sus ciudadanos, no para azotarlos con un látigo…

“- ¡Trabajad, esclavos!”

 El nuevo grito de guerra de un decrepito gobierno que hace y deshace lo que le parece a su antojo sin un programa de gobierno determinado es lo más peligroso que nos ha sucedido en toda la historia de nuestra todavía joven y frágil democracia. Me rebelo ante tales negreros ¿Por qué? Porque un gobierno justo está para entregarse a sus ciudadanos en cuerpo y alma, deben de estar preparados mejor que nadie para gobernar y no para engañar al PUEBLO SOBERANO.

Señor presidente:

Nos acaba de arrojar el guante a todos los que por no tener la condición de aristócratas, políticos y otros privilegios, tenemos que trabajar para poder subsistir, personalmente me siento atacado y herido.

Por todo ello a pesar de que los duelos están prohibidos, es mi deber como ciudadano digno de este país recogérselo, ya sólo me queda que usted diga donde celebrar el combate y que arma escoge. Usted tiene la ventaja de cómo presidente del gobierno nombrar a un fiel ejecutor, para que se bata en su lugar y no se manche, yo como plebeyo no tendré tanta suerte, pero créame, aunque me ponga el obstáculo más grande o a un asesino, estaré donde usted decida, no para pelear, pues espero en su cordura y sabiduría, pues en realidad todo esto es una metáfora, en la que el picor de sus políticas hace que por la escritura reprima mis impulsos, porque en realidad soy un hombre de PAZ y sé que a usted lo que de verdad le falta es un poquito de amor.

Pues ahí va mi abrazo más sincero, no quiero pelear con usted, no me apetece, quiero que me comprenda y que suelte el látigo, venga hombre, tiéndame la mano… Por favor, desde luego le pido perdón si le he ofendido, aunque por mi parte, ahora me quitaré la venda de los ojos y trabajaré de esclavo para subsistir..., si puedo claro.

sábado, 29 de diciembre de 2012

Mensaje institucional de Fin de Año del presidente de la Junta de Andalucía

La Junta plantea la integración de los 16 Paradores andaluces en una red de instalaciones turísticas de carácter autonómico

Sala de prensa Junta de Andalucía

Rafael Rodríguez, que se reunió con representantes de UGT y CCOO, defiende el mantenimiento de la gestión pública de estas infraestructuras

       La Consejería de Turismo y Comercio hará un ofrecimiento al Ministerio de Industria, Turismo y Comercio para mantener la actual estructura pública de los 16 Paradores de Turismo existentes en Andalucía y, en caso de ser necesario, asumir su gestión incorporando estos establecimientos a una red de instalaciones turísticas de carácter autonómico y a las estrategias de promoción y comercialización del destino.

       Así lo manifestó hoy el consejero, Rafael Rodríguez, tras la reunión mantenida en Sevilla con el secretario regional de la Federación de Turismo de UGT, Rafael Navas; y el secretario de Turismo de CCOO en Andalucía, Gonzalo Fuentes; para analizar la situación actual de estas infraestructuras tras el anuncio por parte del Gobierno central de un expediente de regulación de empleo (ERE), que prevé despidos y cierres de instalaciones.

       “Si el Gobierno central busca un gestor, antes de que se privatice, la Junta se ofrece para ello”, afirmó el consejero, quien recalcó que los objetivos son que estas instalaciones “no pierdan ni competitividad ni empleo”. Así, mostró su disposición a asumir la red pública de Paradores en la comunidad junto con otras infraestructuras como la Red de Villas Turísticas de Andalucía e integrarlas en los planes de promoción, fomento y calidad de la marca turística Andalucía en los mercados nacional e internacional.

       Según explicó Rodríguez, para la Consejería la red de Paradores de Turismo en la comunidad “tienen un valor muy importante porque refuerzan la calidad de la oferta del destino y refuerzan la marca turística, llevando asociada esa imagen a lo largo de todo el año y contribuyendo así a combatir la estacionalidad”.

       En su opinión, esta red “es turísticamente impecable y económicamente rentable”. En este sentido, se refirió a que tres de los cuatro Paradores que arrojan más beneficios en toda España se encuentran en la región andaluza. Además, el consejero agregó que, por su ubicación, estos establecimientos cumplen una función de vertebración social y económica en las localidades en las que se enclavan.

       Durante su comparecencia en rueda de prensa, Rafael Rodríguez hizo un llamamiento al Ministerio para que mantenga, “en el presente y en el futuro” la gestión pública de estas infraestructuras con el fin “de evitar no solo que se perjudique a los trabajadores de la red de Paradores, sino también a la marca turística Andalucía en su conjunto”.

       El consejero señaló que “hasta la fecha todavía no ha recibido ninguna propuesta o reflexión” por parte de la Secretaría de Estado de Turismo, a la que ya trasladó, el pasado 12 de diciembre en una reunión celebrada en Málaga, la propuesta de integrar la oferta de Paradores de Turismo de la comunidad en las estrategias de promoción y comercialización de la Junta para 2013.

       Por su parte, Gonzalo Fuentes y Rafael Navas valoraron la mediación del consejero ante el Gobierno central para buscar soluciones al problema e incidieron en la relevancia turística y económica de esta red de establecimientos, que suman 747 puestos de trabajo en la comunidad andaluza y aportan empleo directo e indirecto a las localidades y comarcan en las que se encuentran.

Flamenco de lujo en Jerez

Patronato Provincial de Turismo de Cádiz

El Festival de baile con más proyección internacional programa 53 espectáculos


Porque actúan, tocan y bailan los mejores, el XVII Festival de de Jerez, ofrecerá su flamenco de lujo entre el 22 de febrero y el 9 de marzo de 2013. Una cita que ha roto moldes porque traspasa los límites del escenario.

        Y es que la crítica, el público y la asistencia de cerca de un millar de alumnos de 40 países lo confirman como el ciclo internacional más importante en torno al baile flamenco y la danza española.

       Isamay Benavente, directora del certamen señala que en la programación de espectáculo hay una tendencia a volver a la raíz. Este año como novedad el Festival incluye estrenos coreográficos y presentaciones de discos en su oferta de cante y guitarra

       La programación oficial, que tiene como escenario el Teatro Villamarta, arranca con el espectáculo ‘Las cinco estaciones’. En esta cita se reúnen artistas de Córdoba y Jerez (Blanca del Rey, Marco Flores, Olga Pericet, Laura Rozalén y Mercedes Ruiz), bajo la dirección de Francisco López.

         Además, participan en la programación seis Premios Nacionales de Danza de la importancia de Rocío Molina (‘Afectos’), Javier Barón (‘En clave de 6’), Eva Yerbabuena (‘Federico según Lorca’), Antonio Márquez (‘Siempre Antonio’), Antonio Canales y Javier Latorre.

Alumnos de 40 países

       El Festival contempla además 44 cursos de baile y talleres de palmas y compás que siempre gozan de una gran aceptación, hasta tal punto que ya tan sólo quedan algunas de las 1.085 plazas que se pusieron a disposición de los interesados.

       Alegrías, bulerías, tangos, soleá y siguiriyas son algunos de los palos flamencos incluidos en esta atractiva oferta. Los talleres de compás y palmas flamencas están dirigidos tanto a estudiantes del baile como a cualquier aficionado del arte flamenco en cualquiera de sus manifestaciones.

 

Para disfrutar

       Empieza así el festival que marcará el devenir de la ciudad durante más de quince días, con espectáculos, conciertos, conferencias y clases magistrales en el Teatro Villamarta, la Sala Compañía, donde el protagonista será el baile y el Palacio Villavicencio centrado en los espectáculos de cante.

       En la Sala Compañía se compagina, en sus diferentes ciclos, el baile y el cante. El ciclo ‘De la raíz’ reúne a los cantaores jerezanos Antonio Malena y Vicente Soto Sordera, al que se suma el lebrijano José Valencia.

         En el Palacio Villavicencio el cante toma el protagonismo en un formato sin amplificación sonora. En los ‘Conciertos de Palacio’ se escucharán los ecos de David Carpio, Márquez El Zapatero, Antonio Ruiz ‘El Carpintero’, Rancapino Chico, Mari Peña, La Tana, Melchora Ortega y Ricardo Fernández (Premio Lámpara Minera de La Unión).

       En la Sala Paúl, el ciclo ‘De la Frontera’ integra las propuestas más vanguardistas que fusionan el flamenco con otras músicas. Éste es el caso de Jorge Pardo, Ezequiel Benítez, José Galán y Tomasito. Sólo un espectáculo de este ciclo tendrá lugar en Sala Compañía: el que protagoniza la Compañía Mayumi Kagita e Hiroki Sato.     

       El gran elenco artístico que se ofrece en el certamen no se queda en el Teatro Villamarta, Sala Compañía, Sala Paúl y Palacio Villavicencio. Los participantes en este acontecimiento podrán seguir viviendo el flamenco en las peñas de Jerez durante la noche. De otro lado, las actividades complementarias incluyen presentaciones, conferencias y coloquios en lo que se denomina ‘Las tertulias de la Bodega’, que tendrán lugar durante la mañana en la Bodega San Ginés.

       La calidad de la oferta del Festival de Jerez es reconocida tanto por la crítica como por el público. En su última edición, 31.875 personas participaron en el certamen, situando el nivel de ocupación de las 126 actividades programadas en el 92 por ciento.

www.festivaldejerez.es

www.flamenco-world.com

martes, 25 de diciembre de 2012

Los arcenses Sergio Moreno y Pedro Antonio Lozano se ordenaron sacerdotes junto al portuense Javier Ramírez



 
       A la Catedral de Jerez acudió un nutrido grupo de arcenses que no quisieron perderse la consagración de sus paisanos este pasado sábado 22 de diciembre y el domingo predicaron su primera misa en la Basílica Menor de Santa María de la Asunción en Arcos de la Frontera, ciudad natal de Pedro y Sergio.

      He aquí nuestro pequeño resumen homenaje en fotos, por debajo, en la 1ª y 2ª parte de los videos, en la banda sonora podéis escuchar a Don Luis, párroco de la Iglesia de San Pedro, en la primera homilía de Pedro, y después podéis escuchar en la 3ª parte, el Ave María compuesto por Sergio y que tanto encantó al Papa, tanto que ya lo tiene en su repertorio el Coro de la Capilla Sixtina.

lunes, 24 de diciembre de 2012

La NAVIDAD más triste se desborda en Arcos

Buñuelá Circulo de la Unión
José María Pérez Gómez
Arcos de la Frontera

Villancicos en el Circulo de la Unión
            En unos tiempos en los que prácticamente pocos podemos tener la dicha de ser felices o por lo menos intentarlo, frente al paro, los desahucios, al descontrol, al despilfarro y otras zarandajas…, la NAVIDAD se desborda en Arcos, entre buñuelás, zambombas y otras fiestas, dejándonos una imagen de ternura y solidaridad.






Pero el año que viene, Dios no quiera, San José no encontrará aquí tan fácilmente posada, se lo van a poner más difícil con el más que previsible cierre del Parador, aunque por el momento están negociando que sólo sea por temporadas y esperemos que esto no acabe en una costumbre de cerrar hoteles. 
                 Sí hoy San José pasase con su esposa Santa María por aquí, embarazada del redentor, quizás tuviesen que dormir en un cajero automático o buscar una cueva como la de hace 2000 años. Quizás lo hagan ahora, sabiendo que los reyes magos eran de Tarsis, nuestra tierra siempre rica y de gran fama que se ha visto arruinada en los últimos tiempos gracias al ladroneo y descontrol de unos sinvergüenzas.


El maestro Manolo Caro en la Taberna Jóvenes Flamencos





Ojalá y vinieran, no para devolvernos el oro, el incienso y la mirra del Pueblo andaluz que nuestras majestades gentilmente les regalaron, no pido eso porque incluso yo hubiera robado para dárselos…, me gustaría que vinieran por esta tierra, para que a cambio de esos regalos nos dieran algo de su ternura y HUMANIDAD que ahora más que nunca nos hace falta. Hoy serían ellos los magos, pues prefiero esa humildad y santidad, antes que todo el oro que nos hayan robado políticos y banqueros, porque esta materia no se come y si así fuese no te saciaría.


Juan Jesús Ortega en El Rincón de la Chata
       Me gustaría que este año el discurso de NAVIDAD del rey no lo diera, que se lo guardase o mejor aun, que se lo diese a su yerno y en su lugar pusiesen un villancico de los que se cantan hoy por nuestras calles.

       Me gustaría ver lo que hoy van a comer miles de familias y desearles lo mejor, que si pudiera sentarlas a todas en una mesa, aunque tuviese que pedírselo a los políticos y banqueros..., con la condición única que lo pagasen de sus bolsillos y que no tratasen de hacer política con ello, seguro que trataría de hacerlo.

       Aun así nuestro Pueblo está de FIESTA, desde el Casino, Rincón de la Chata, Jóvenes Flamencos…, todo el mundo quiere compartir algo, no lo estropeemos, porque nuestros villancicos que nacieron y tuvieron origen aquí en Arcos, en "Los Caños Verdes", un barrio muy humilde, hoy son los que más se cantan en toda Andalucía sin que la mayoría de la gente lo sepa y también son famosos los que en su día escribiese para los Panderetos nuestro poeta Antonio Murciano, que a través de ellos pasaron al Pueblo, que es el homenaje más grande que puede recibir un autor.

        Quizás uno de los reyes magos le cantó al niño uno de nuestros cánticos y también le dio un buñuelo..., quizás...


PREGÓN DE NAVIDAD en Arcos de la Frontera

Belén de la Parroquía de San Pedro


       La Iglesia de San Pedro se vistió de gala para que Pedro Sevilla nos trasladase a los recuerdos de su infancia, en un emocionante pregón de Navidad.

       Antonio Bernal, de la Asociación de Belenistas la Adoración, abrió el acto, después le siguió la presentación a cargo de José Antonio Benítez y seguidamente pudimos escuchar al pregonero.







Antonio Bernal
Antonio Bernal:
“- Buenas noches y bien venidos a este acto organizado por la asociación de Belenistas la Adoración con la inestimable colaboración de la Delegación de Cultura de nuestro Excmo. Ayuntamiento.


Nos encontramos de nuevo en este incomparable marco de la Iglesia de San Pedro, para celebrar juntos la apertura formal de la NAVIDAD que se nos acerca ya a pasos agigantados. Damos por tanto las gracias a Don Jesús por acogernos un año más para este acto.

El Pregón de Navidad es para nosotros el acto más entrañable de cuantos organizamos, pues en el se proclaman cada año nuestros mejores deseos de PAZ Y FELICIDAD para todos y lo hacemos en torno al nacimiento de nuestro Dios, encarnado en un niño que se muestra en la más severa humildad, pero vamos a dejar estos detalles a nuestro pregonero que sin duda lo hará con exquisitez y meditada preparación, me voy a  ocupar esta noche de algo menos literario, pero que dadas las circunstancias no podría faltar.

Desde la Asociación de Belenistas la Adoración, queremos unirnos a cuantas instituciones, asociaciones y particulares están promoviendo activamente la solidaridad con los más necesitados, eso es NAVIDAD y lo bueno es que esa solidaridad, acrecentada en estas fechas, viene siendo una constante desde hace bastantes meses, ante la acuciante situación en la que nos encontramos. Por lo que podemos decir que hemos comprobado que el espíritu de la NAVIDAD está presente entre nosotros más allá de estas señaladas fechas y eso es muy bonito.

Desde la modesta situación que ocupamos en nuestra sociedad arcense, no debemos ser menos y por tanto esta noche queremos contribuir con nuestra gota a ese río solidario con vocación de inundación, y lo vamos a hacer aportando un donativo que será entregado a Don Jesús para que él lo haga llegar a través de Caritas Parroquiales a acudir en las necesidades de nuestros hermanos y vecinos de Arcos y también lo vamos a hacer ofreciendo la oportunidad a todos los asistentes a este acto para que si les parece que es el momento, si están en disposición de hacerlo, cada uno en la medida de sus posibilidades, si querian hacerlo y no encontaban el momento o la ocasión, se sumen a nuestra iniciativa depositando su donativo en las bolsas que vamos a pasar al terminar el pregón y antes de la actuación musical.”






José Antonio Benítez
 
José Antonio Benítez:




“-Si la obra de Dios se ve y se siente a través de la gente y de las experiencias, y se retrata en los hechos más sorprendes y bellos, diría que a Pedro Sevilla Dios le ha rozado para agraciarle con talento y bondad.


“- Angelina, buenos días, ¿cómo va ese brazo?

- Bien, ya vamos mejor. Gracias hijo.

Es la breve conversación que mantengo frecuentemente con la madre de nuestro pregonero cuando nos cruzamos por las escaleras del periódico o por alguna calle con nombre de pueblo blanco de las que existen en las inmediaciones de nuestra Cuesta de la Rujana. Cuando hablo con esta mujer veo a su hijo Pedro. Siempre me pone una agradable sonrisa, pero sus ojos son tan profundos como un mal recuerdo. Habla poco, lo justo. Pedro, te pareces a la madre que te parió.

Coincidiendo con la presentación del libro Microrrelatos para leer con los ojos cerrados, de nuestro amigo Antonio Martínez Polo, Pedro me pidió que lo presentara en este pregón. Uno, que peca de excesiva valentía en ocasiones, le dijo que sí, sin pensar en ese preciso instante que presentar a Pedro Sevilla no era cualquier empresa. Y no lo es, en mi caso, por el profundo respeto que profeso a este, sobre todo, buen hombre. Cuando uno comparte presentación o acto público con él o con otros grandes escritores se hace pequeño, casi ridículo, y cae en el complejo.

Me podría limitar aquí, en este momento, a explicarles quién es Pedro, su obra poética, en prosa, sus datos biográficos…, pero no. Prefiero, con el respeto necesario hacia el pregonero y su entorno, descubrir otro perfil de quien hoy canta a la Navidad.

Si abrimos la página 28 del penúltimo número de Arcos Información, la sección Antología que dirige nuestro también amigo Antonio Murciano, nos encontramos a un Pedro Sevilla que anuncia la Navidad desde el calor de la familia y la ternura infantil. Sus nietos anuncian ficticiamente este pregón e invitan a todos los arcenses a venir aquí, a San Pedro, a escucharlo. Evidentemente, no todos los arcenses están aquí, aunque en la casa de Dios todos tengan cabida.

Pero a Pedro no sólo hay que escucharlo, hay que sentirlo y dejarse emocionar por su verso limpio, puro y sincero, en las formas y en el fondo. En más de una ocasión le oído decir que uno es como escribe. En sus palabras, en sus expresiones… uno se delata a sí mismo. Nuestra poesía, nuestra prosa… es nuestro espejo, donde nos reflejamos tal y como somos. Cuando escribimos, a veces sin darnos cuenta, nos desnudamos para despojarnos del disfraz de lo cotidiano. Podríamos decir que el producto literario es la seña de identidad del autor. O, mejor incluso, que el autor es el producto de lo que vive y siente.
 
Cabría preguntarse cómo se aprende a sentir, si cierto es que la sensibilidad es una virtud y no un defecto que necesita pulirse y educarse. A Menudo solimos oír a personas que aseguran no saber expresar lo que sienten. Pienso que la sensibilidad es una cualidad a pesar de que el cruel mundo nos lance constantemente consignas sobre la competitividad, la fuerza, la resistencia, la agresividad y sobre la trascendencia de lo material frente a lo espiritual.

El mundo interior de Pedro Sevilla es claramente espiritual. Cuando estoy cerca de él percibo que el otro mundo, el que nos rodea y se hace visible en las calles, se ralentiza, incluso se detiene. Es cuando pensamos que una persona nos transmite paz, sosiego. La voz de Pedro es amistosa. Cuando lo oigo, sea en el atril o en una de las fugaces conversaciones que mantenemos, su tono pausado me hace pensar que este hombre es un muchacho que encierra mucho en su innata timidez. Pero ¿es timidez o educación? Pedro tiene esa educación que tristemente llama la atención en una sociedad donde posiblemente cada vez se hable y se escriba peor, y donde el intercambio de palabras comienza a ser un monopolio de las redes sociales, que más que tejer cultura cultivan un lenguaje tan vulgar como carente de personalidad.

A Pedro es difícil, por no decir imposible, oírle una palabra malsonante, una crítica fácil y despiadada, aunque a lo largo de su trayectoria se haya confesado en más de una ocasión como un adolescente cruel en su rebeldía, y posteriormente un escritor sin reparos en el ejercicio de la crítica política y social. Los años han podido calmar la tempestad, la rebeldía entendida como un hecho de confrontación social, y lo han convertido en un ser, si cabe, más inteligente y con mayor capacidad de transformación de las cosas con el único poder de la palabra antes que recurrir a las barricadas de la vida.

He de confesar que nuestro querido poeta e hijo ilustre de esta ciudad Antonio Murciano me comentó en cierta ocasión que cada día que pasaba apreciaba y admiraba más a Pedro Sevilla, y que agradecía en sus adentros que hubiera superado una etapa de rebeldía, en la política e incluso en su percepción de la Iglesia.

Como también he oído a Pedro detestar que alguien se confiese autodidacta, porque considera que uno es el fruto o los restos de su existencia entendida como un conjunto de experiencias.

Ya saben ustedes que enviar crismas navideños es una costumbre en claro desuso; que los emails, los twiter, facebook y otras herramientas modernas le han comido terreno a la pluma y al papel. Sin embargo, en la redacción del periódico solemos recibir algunos crismas que por unos segundos nos llenan de alegría; de la alegría de pensar por un instante que somos alguien para otras personas. De esos crismas, hay uno que me llamó la atención y que recordaré siempre con cariño. Lo envió el Grupo de Alcohólicos La Peña. Es fácil de recordar por la portada en relieve, con un árbol de Navidad multicolor y un toque andaluz con algunos lunares. Pero es también fácil de recordar por la cantidad de faltas de ortografía. El texto terminaba con un deseo de felicidad para el año nuevo con "b", pero con la mejor intención del mundo. Comento esta anécdota porque, no sé si le sentará bien o no a nuestro pregonero, pero he decir que Pedro Sevilla vela por este grupo y su causa desde sus inicios, como si fuera una especie de ángel de la guarda para estos hombres y mujeres que luchan por abandonar el oscuro mundo del alcohol y otras drogas.

Si las casualidades existen, he aquí a un Pedro vecino de San Pedro; los dos tuvimos también a un cura llamado Pedro por profesor de religión en el instituto, un jornalero y revolucionario que proclamaba la palabra de Dios entre los adolescentes, ¿te acuerdas Pedro?

Nuestro pregonero ha tenido muchas experiencias, viajes de ida y con incierta vuelta; viajes que no se hacen en coche, tren, barco o avión, ni que se contratan en las agencias. La muerte de su padre, la de su hermano, de una hermana, el nacimiento de tres nietos… y su propia muerte como una realidad punzante, en medio de agujas y cables corporales en una aislada habitación hospitalaria. Pero Dios, ese que hace milagros y sobre todo hacernos sentir mejores personas, nos lo quiso devolver sano y a salvo para hacernos felices esta noche y en nuestras vidas.

Aunque está obsesionado con su infinitamente admirado Julio Mariscal, poeta que solía retratar la muerte con gran frecuencia, Pedro ha ido buscando la luz de la vida en su obra como una obligación paralela a la de superar la enfermedad.

En un bonito tú a tú que grabamos para la televisión junto a su amiga escritora Pepa Caro a propósito de este pregón y del próximo de Semana Santa,  Pedro hablaba de una Navidad de sillas vacías, de mesas incompletas. Cierto es: a medida que nos vamos haciendo mayores comenzamos a perder seres queridos: es ley de vida. Como también es ley de vida que otros seres, con su luz y con todo el futuro por delante, nos alegren con su nacimiento.

Por no tener un nieto terco le pusieron Pablo, porque dicen que los pericos son tercos. También dicen que los Pedro son buena gente, y de ello estoy seguro.

Pero si he destacar una bondad más de Pedro, quizás la más importante, es la de amar; amar al prójimo, amar la belleza de las cosas, y no odiar a nada ni a nadie. Siempre halla una explicación para los hechos más desagradables y virulentos; es decir, que siempre ve la parte buena de los sucesos, como si quisiera justificar al hacedor. A Truman Capote le ocurrió con su best seller A sangre fría cuando se metió de lleno en la cabeza del asesino protagonista de su novela. No voy a ponerme ni mucho menos en posición trágica y luctuosa.

Pedro viene esta noche a hablarnos de cosas bonitas, de cosas que nos llenan de gozo el alma en estas navidades: la familia, los recuerdos; de pestiños y buñuelos, de casas de cemento y de conventos antiguos por donde la infancia de un hombre corría; de una abuela guapísima y de las manecillas del reloj, del tiempo que se detiene y del que vuela, del tiempo de antes y del de ahora, del tiempo de los niños y del tiempo de los mayores.

Pero sobre todo viene a hablarnos del anhelo de un día gozar de Dios. Hasta que llegue ese día, él sabe que tenemos que sufrir, viendo, escuchando y sintiendo. Cabría preguntarse si Dios no es un premio.

Ya es Navidad Pedro, hoy, aquí, esta noche en tu barrio. Después vendrán los villancicos, las panderetas y los nietos. Ahora toca acariciar el atril.

Arrúllanos con tu pregón, danos calor humano y háblanos, por favor, del Amor antes de que el mundo acabe…



Pedro Sevilla
Pedro Sevilla: “- Sabido es que los niños no viven en el tiempo, sino en la eternidad. El niño no sabe nada de relojes, ni de almanaques, porque su mundo es un mundo hecho no de tiempo, sino de instantes eternos, de una luz de oro puro. Sus abuelos, sus padres, sí gastan relojes, e incluso despertadores, y en los almanaques, a veces, realizan alguna señal o anotación sobre algún día determinado. Pero eso el niño no lo sabe. Lo sabe luego, cuando también él, como sus abuelos y sus padres en su día, es expulsado de la eternidad y tiene que comenzar a tramitar los horarios y los días de la semana. Cuando entra en el tiempo.

                En la casa de mis abuelos había un reloj que marcaba las horas, y un almanaque, casi siempre con una imagen del Nazareno de San Agustín, patrocinada por “Almacenes Porro”, donde los adultos de mi casa miraban el día que era para saber cuánto faltaba para la paga del dieciocho de julio o cuando era la misa de difuntos de la vecina aquella que murió.

                Pero eso, como digo, era ajeno a los niños. El tiempo nos era ajeno porque nosotros éramos eternos, éramos Niños-Dioses que vivíamos en perfecto acuerdo con la luz, con su oro puro. Ese es el motivo, pienso ahora, de que nos sorprendiéramos tanto cuando llegaba alguna fiesta. Nos sorprendíamos porque no la esperábamos, porque no sabíamos que iba a llegar. Estoy hablando de la primera infancia, claro, de la infancia más honda. Luego, aunque todavía en la infancia, pero ya en el colegio “La Salle”, sabíamos que llegaba mayo porque los Hermanos nos enseñaban a cantar himnos y a llevar flores a María, que tan hermosa es, o que llegaba el verano porque las clases se nos hacían tediosas y largas. Y sabíamos que llegaba la Navidad porque nos daban las vacaciones de Navidad. Ante estos datos tan incuestionables, nuestra eternidad ya no podía extraviarse, y aunque de forma muy rudimentaria, sabíamos por dónde iba el tiempo.

                El problema era antes, en la primera infancia, cuando no teníamos las referencias del curso escolar. Entonces tenía que guiarme por los cambios de hábitos de los mayores. Por ejemplo, con cuatro o cinco años yo sabía que llegaba la Navidad por los siguientes datos:

                Con el frío se me llenaban las orejas de sabañones y me pasaba el día rascándome.

                Los basureros llegaban por las casas y entregaban a las mujeres estampitas de un santo negro que se llama San Martín de Porres, con una inscripción que decía “El barrendero de su calle les desea Felices Pascuas”. Mi abuela y las vecinas se metían las manos en el delantal y se sacaban alguna moneda que entregaban al basurero, pidiéndole, eso sí, que no se emborrachara y que entregara el dinero a su mujer, para comprarle ropita a los niños.

                En mi casa, que jamás entraba una gota de alcohol porque mi abuelo solía traer la carga hecha de la taberna de Cayetano, se dejaban ver una botella de anís y otra de coñac. Estas botellas estaban prohibidas a los niños, claro, pero no así el líquido dulzón de un frasco de uvas en aguardiente que mi abuela preparaba. Aquel brebaje estaba muy bueno, y nos producía un calorcillo muy agradable en el estómago. Recuerdo que aquellas mañanas yo iba a la escuela de Juan, nuestro querido Juan Apresa, con una euforia que, ahora lo sé, me provocaba el aguardiente, dispuesto a recitar de carrerilla los ríos de España, las provincias de Castilla la Vieja o la tabla de multiplicar del nueve.

                Alguna vecina nos traía un plato de pestiños, impregnados de miel, que los niños devorábamos. Y luego, cómo no, la caja de polvorones, con su almanaque dentro, sus papelillos y su botellita de coñac. Los polvorones no nos gustaban demasiado, porque se hacían una bola y se pegaban en el cielo de la boca y no había manera de tragarlos. Los niños éramos más de los alfajores, que además de venir envueltos en papeles plateados, tenían un sabor muy dulce y, sobre todo, no había que despegárselos del paladar con los dedos de la mano.

                Pero el dato más impecable, más cierto, más entrañable, consistía en que mi abuela cambiaba todo su repertorio de canciones de cuna con que acostumbraba a mecerme para que me durmiera, o simplemente para abrigarme bajo su pañoleta negra. Si durante el resto del año sus canciones solían proceder del Romancero, del cancionero popular, aquellos peregrinitos que fueron a ver al Papa para que los casara porque eran primos, ya saben: “Hacia Roma caminan dos peregrinos, pá que los case el Papa porque son primos”, etcétera, si durante el año, digo, su repertorio era de peregrinitos y princesas tristes, en la Navidad me adormilaba con la rima de los villancicos y las coplas de Navidad. Aquellas coplas eran, he reparado en ello luego, o muy piadosas y ajustadas a la ortodoxia cristiana, o muy mundanas e incluso procaces. Recuerdo que mi abuela lo mismo me cantaba aquello de “La Virgen se está peinando entre cortina y cortina…” o “La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos y no volveremos más”, que salía luego con una canción de uno que venía de casa de la querida y la mujer le tiró una silla y él fue al hospital y ella a la casilla. Pero profanas o pías, aquellas canciones, en la voz de mi abuela, era la constatación clara de la llegada de la Navidad. Desde entonces, cada vez que oigo un villancico, siento que el niño que yo era navega en sueños envuelto en la pañoleta de mi abuela Antonia, aquella pañoleta negra de tantos lutos, que olía siempre a agua de colonia. A agua de colonia y a alhucema, porque mi abuela se pasaba todo el invierno quemando alhucema en la sarteneja de picón, para que oliera bien la sala y la ropita que nos secaba debajo de la estufa.

                En mi casa no había costumbre de poner el Belén. Éramos más del árbol de Navidad. Mis tías montaban el árbol, poniéndole como base una tinaja, y colgaban de sus ramas unas tiras de papeles de colores, y unas cajitas de cerillos, envueltas en papel plateado, semejando regalos. En la copa del árbol colocaban una estrella de Oriente, también de plata. Más adelante, incluso, lograron iluminar el árbol con unos cables y unas bombillitas de encendido intermitente. Acostumbrados todo el año a la única bombilla de la sala, aquel árbol centelleante nos parecía la feria de San Miguel.

                En mi casa no se ponía el Belén pero un día lo montó un vecino nuestro y subí con mi abuela a verlo. Recuerdo que el Belén estaba totalmente tapado, y había que mirarlo a través de un agujero. A través de ese pequeño agujero, con un único ojo pero con el corazón acelerado por la emoción, descubrí al Niño recostado en la paja, a sus padres al lado, a la mula y el buey, las estrellas de oro viejo, el río papel de plata, la nieve de algodón, los pastores, las ovejas, el perro guardián, los Reyes de Oriente y magia, el puente hecho de palillos de diente…

                Esto que cuento, mi primera visita a un Belén, debió ocurrir cuando ya estaba en La Salle, cuando era algo mayorcito, porque recuerdo que conmocionado por aquella visión fabulosa, me propuse imaginar un Belén hecho con elementos y personajes sacados de mi calle, del pueblo. Incluso, creo, llegue a escribir una especie de guion teatral. Por entonces yo era ya un niño proclive a la ensoñación, al misterio, a la magia. Por aquel entonces, quizás, yo ya era el  poeta que ahora quisiera ser.

                Lo cierto es que me propuse imaginar un Belén en la calle del Molino, con decorados y personajes reales. La verdad es que no me fue difícil. Lo cuento hoy aquí, cuento aquella ensoñación de niño, y junto a ella, a sus personajes y figurantes, hago alguna reflexión que me ha nacido con los años sobre este revolucionario evento de la Navidad, que consiguió dividir en dos el tiempo y hacernos vislumbrar ese reflejo de la eternidad que es el Amor:

                Empezaremos, emulando a Juan Ramón Jiménez, poniendo a las entrañables bestias delante. Frente a mi casa estaba la cuadra de Diego el Contero. Era un edificio donde convivían bestias y personas, con infinidad de estancias repletas de paja. Cualquiera de ellas podía servir de aposento para el Nacimiento del Niño-Dios en la calle del Molino. La mula a escoger, claro, porque el Contero tenía borricos y mulos de todos los pelos e intenciones.

                Con el buey tampoco iba a haber problema. Próximo al camino de Bornos, en la calzada del cementerio, estaba el Bobo con sus vacas. Apartar un buey y llevarlo a la cuadra, para calentar al Niñocon su aliento era algo facilísimo y sin coste alguno.

                La estrella de Oriente no sabíamos a qué lado quedaba. El niño está desorientado dentro del tiempo y del espacio y yo no sabía ni por dónde caía Jerez, así que mucho menos iba a saber dónde estaba Oriente. Pero en mi calle teníamos todo el cielo nocturno repleto de puntos de oro. Cualquiera de ellos podía coronar con su luz la escena del Nacimiento.

                Vírgenes con niño, propiamente hablando, lo que se dice vírgenes, no teníamos en mi calle, pero si muchas casadas jóvenes, relucientes y recién paridas, con sus  niños de bayeta en brazos. Ya teníamos, pues cualquiera de ellas podía servirnos, a María y a su Niño. San José, el San José viviente de mi Belén, estaba seguramente en la taberna, o trabajando en el campo, pero siempre a mano, así que el núcleo central, el núcleo duro, como se llama ahora, ya estaba montado.

                “El ángel del Señor anunció a María. Y ella concibió por obra del Espíritu Santo”. A la hora del Ángelus, la radio de mi vecina María abría con esta frase del evangelio de San Lucas. El ángel Gabriel fue a ver a la Virgen, le habló del proyecto de Dios, y la pobre muchacha se quedó atónita, sorprendida, atemorizada. Imagínense ustedes a una muchacha judía, virgen, desposada con su primo José, o sea, que los padres de ambos habían decidido casarlos en su día, a la que se le propone nada más y nada menos que albergue a Dios en su vientre. La primera pregunta de María es obvia: “¿Pero cómo va a ser eso si yo no he conocido varón?”. Y luego, aunque no lo dice San Lucas, seguro que se dijo para sí misma: “¿Y cómo explico yo esto a mi familia, a mis vecinos? ¿Qué pensarán de mí? ¿Y qué pensará José?

                Durante todo el tiempo en que la Virgen se debate en la duda, está también en duda, en volandas, la obra de Dios. Dios, tododesvalido, anhelante, espera la palabra, el sí, de una muchacha pobre. Dios, que podía haber mandado a su Hijo, que es mandarse a sí mismo, revestido de poderes mundanos, decide hacerlo en el vientre inmaculado de una joven que ahora tiene que decir sí o no, sí o no. Y mientras lo dice, Dios está expectante. Dios, que podía haber venido al mundo sin avisar, cuajado de majestad, decide contar con el Hombre, decide tener fe en el hombre y pedirle su participación. Toda la Humanidad es ahora una muchacha que, por fin se decide, dice sí, y le dice a Gabriel. “Hágase en mi según tu palabra”.

                Después del sí de María, ya con la revolucionaria semilla del amor en su vientre, los acontecimientos conocidos, la huida a Egipto, el empadronamiento, la búsqueda de posada, el egoísmo de huerteros y posaderos, la crueldad de los gobernantes, y un portalillo en la calle del Molino, donde sin más acompañamiento que una mula del Contero y un buey del Bobo, viene Dios al mundo para conocer en carne propia el dolor de los hombres, para trascender ese dolor y darle sentido.

                La figura de María, la asunción de su cometido de ser el santuario carnal de Dios, no empequeñece sin embargo el papel de José, su desposado, a quien el folklore popular ha tomado por el pito de un sereno y a quien muchos pregoneros ningunean, no por maldad, sino por centrarse en María y el Niño. Hay, en la iglesia de Santa María de nuestro pueblo, a la izquierda si nos ponemos mirando al altar mayor, una imagen de San José con el Niño que siempre que voy por allí me acerco a verla. San José, pongámonos cualquiera de nosotros en su lugar, también debió de pasarlo mal con la visita de Gabriel a su novia. Un muchacho que no ha rozado ni uno de los cabellos de su prometida, al que se le dice que ella va a dar a luz un niño que va a salvar al mundo, y que él es también imprescindible para la obra. Cualquiera empieza a dar voces, a despotricar contra su novia y se quita de en medio. Sin embargo él acepta, tira para adelante y cuida y cría a su Niño. Quizás por eso la tradición oral y otra suerte de literatura se ha ensañado con él. Vayan algunos ejemplos: ese villancico donde se cuenta que en el Portal han entrado los ratones, y al pobre de San José le han roído los calzones, o los gitanos, siempre tan suyos, que cantan eso de “La Virgen como es gitana a los gitanos camela, San José como es gachó, se rebela, se rebela”. Unos menosprecios, siempre cariñosos, es verdad, que el pobre hombre no se merece. Yo me lo imagino tratando de enseñar al Niño en la carpintería, pero sabiendo, y sufriendo, que ese niño no era un niño, sino un Niño, con mayúsculas, que con el tiempo acabaría sembrando amor y clavado en otra madera, en forma de cruz. San José, tan sabio, lo sabía todo y por eso siempre aparece, en tallas y pinturas, con un aire de preocupación, de sombría sospecha. Hoy somos muchos los San José que vemos prepararse a nuestros hijos para un futuro que no vemos claro, y por eso, como él, miramos hacia adelante con aire sombrío, con el mismo aire del santo.

                Si Dios no se hubiera hecho carne y habitado entre nosotros, ¿quién creería en Dios? Desde luego seríamos muchos los no creyentes, porque sin el concurso de Jesucristo, que tuvo, como nosotros, infancia y juventud, afectos, dolores, ternura, no entenderíamos jamás la divinidad. O entenderíamos la divinidad como un ente opresivo, sanguinario. Si creemos en Dios es porque lo hemos visto, unos en persona y otros con los ojos de la fe. Si creemos en Dios es porque lo dice un libro que explica su nacimiento, su obra, su muerte y resurrección. Que explica su paso por la vida, su mensaje de amor y de trascendencia, su victoria sobre la muerte.

                La Navidad, más que un hecho consumado, es, por tanto, una semilla, una siembra. En ella, con el nacimiento en Belén, se esparce en el corazón de la Humanidad el mensaje más revolucionario jamás contado: ese que podemos concretar en amar a los que nos aman, pero también a los que nos odian, en la necesidad de responsabilizarnos del otro, en la obligatoriedad de ver al otro como algo sagrado. Esa es, a grandes trazos, la Navidad que queremos cantar.

                Pero continuemos con el Belén de mi calle: Cada tarde, al sol puesto, volvían por Jadramil, por la colada de Jadramil, las piaras de cabras y ovejas. Nos dejaban en toda la calle un olor maternal, a leche y ternura. Los rebaños pasaban por delante de la cuadra del Contero, así que todo consistía en hablar con el cabrero y pedirle que pasara un  momento con algunas cabras escogidas y con el perro guardián. Los pastores pasarían también, no faltaba más, con sus zurrones y sus bastones, para cumplimentar al recién nacido y a sus atribulados padres.

                Teníamos, en mi calle, o en las próximas, todos los decorados belenísticos clásicos: en la calle Romero Gago había una carbonería donde mi abuela compraba el cisco que luego encendía en la sarteneja. La carbonera, para colmo, vestía de negro, porque entonces todas las mujeres viejas vestían de luto, porque a todas se les había muerto alguien, así que aquel recinto era el reino de lo negro.

                En contraposición, el calero, con su cal de blanqueo que pregonaba así: “Cal de blanqueo”, alargando el “que”, con su correspondiente golpe de voz, hasta el infinito. El calero era rubio, igual que su borrico, y también pasaba por el Nacimiento que mi imaginación estaba montando.

                No nos faltaba nada. Ni el herrero, que le sacaba al hierro efímeras constelaciones en cada martillazo, ni el talabartero, ni la hilandera, que cuidaba su casa e hilaba.

                Teníamos y tenemos el río, aunque pasaba algo lejos, por debajo de la Peña, y el puente, más lejano todavía, en el Barrio Bajo, un barrio que, a los niños de San Francisco, nos parecía tan lejos como hoy puede parecernos  Norteamérica.

                A mi Belén, por no faltarle, no le faltaba, vaya por Dios, ni esa figurita en cuclillas a la que los catalanes llaman el “cagalet”. Los catalanes creo que los colocan detrás de una fuente, pero los cagalet de mi infancia eran más de irse al cerro de la calle Alta, o al de la calle Gomeles, o a los cortinales de la calle del Sol. Ya se sabe que en aquella época los cuartos de baño escaseaban, así que los hombres se iban al cerro, se acuclillaban, y con su cintillo al hombro y su cigarro encendido, liquidaban sus asuntos a la mayor brevedad posible. Cualquiera de ellos, cualquier día, podía servir para mi Belén.

                De Reyes andábamos escasos, porque todos en mi calle eran jornaleros. Pero cada mañana pasaba por la puerta de mi casa el Rey de los Caracoles, un mendigo rubio, que olía, y no a ámbar, pero que tenía los ojos más limpios que he visto nunca. Los mendigos, si los miráis a los ojos, tienen los ojos como los niños, llenos de asombro y de inocencia. El Rey de los Caracoles, hecho Melchor, Gaspar o Baltasar, da lo mismo, podría entrar un momento y entregar al Niño los regalos.

                Regalos al Niño, pueden darlo ustedes por seguro, le habrían llovido, porque la gente de mi calle, aunque pobre, era acogedora y desprendida. Como decía mi abuela, se quitaban la comida de la boca para dársela a otro. Así, al Niño y su madre le habrían llevado los regalos típicos, lo que acostumbran a regalar a las paridas: un kilito de plátanos bien escogidos –dámelos buenos que son para un regalo, decían las mujeres al tendero-, una botella de vino quinado marca “San Clemente”, una lata de melocotón en almíbar, algún trapito para el recién nacido y cosas así. A mi madre, cuando nació mi hermana María Ángeles, le regalaban vino quinado, que luego nos daban a nosotros para las ganas de comer. Recuerdo que, como me pasaba cuando me daban uvas en aguardiente, después de la copita de vino quinado iba yo a la escuela poco contentito, dispuesto a sacar un diez en cada asignatura. Y que no se me olvide hablando de regalos: al Niño no le habría faltado un abriguito de lana, porque el poeta Cristóbal Romero, que ha vendido en su mercería las lanas más confortables y amorosas de este mundo, se habría acercado hasta el portal para resguardar al Niño de todos los fríos de enero.

                Este es, queridos vecinos, el Belén que yo imaginé hace cerca de cincuenta años y que hoy, honrado por el cargo de Pregonero que me han otorgado, comparto con ustedes.

                Pero esto no es toda la Navidad, por supuesto. La Navidad no es sólo costumbrismo, folklore, festividad. No es, ni mucho menos, el consumismo compulsivo y el derroche vano en que algunos quieren convertirla. La Navidad es, ante todo, un acto de amor. Y quizás por eso, porque en ellas se canta al amor, es por lo que sea tan hogareña, tan marcadamente familiar. Porque, ¿no es el amor, aunque no exento de tensiones, el fundamento de toda familia, de todo hogar? Decimos Navidad y pensamos madre. Decimos Belén y se nos viene al corazón toda la ternura. Decimos villancico y un nudo en la garganta nos impide terminar una estrofa que oímos de unos labios ya idos. La Navidad es una candela encendida y la ropa de un niño secándose sobre una silla.

                Y hablando de sillas. Hay sillas vacías. ¿En qué casa, en qué Nochebuena, no hay una silla vacía? La del padre que se nos fue, la de la abuela vieja y sabia, la del hermano joven que se nos murió en los brazos. Hay, todos la tenemos, una silla vacía que nos hace llorar, que nos llena el corazón de tristeza. Pero todo muerto se lleva lo mejor de nosotros y nos deja lo mejor de sí mismo, así que ellos están con nosotros en Nochebuena, aunque no les pongamos cubierto ni le llenemos la copa. Están con nosotros, está lo mejor de ellos y debemos estar alegres. Yo os invito a la alegría en la Nochebuena. Pido alegría para la Nochebuena porque en ella nace, se inaugura, la palabra Amor, común a vivos y muertos. La Navidad es que Dios se hace hombre, que se hace profundamente humano para hacer al hombre profundamente divino. Y el instrumento para esa transmisión de humanidad y divinidad, es el Amor con mayúsculas.


Coro de la Medialuna
                Antes de terminar quiero hacer un homenaje a todos los Pregoneros de nuestra Navidad, que en prosa o en verso vienen cantando cada diciembre este  fenomenal evento. No doy  nombres, porque no quiero ser injusto por olvido. A todos mi agradecimiento y abrazo. Y a ustedes feliz Navidad y que, como decían los viejos, Dios nos ponga su mano encima. 

           


   Por otro lado, es verdad que se nos había pasado que al terminar el pregón, el Coro de la Medialuna nos obsequió con un magistral concierto y que Antonio Murciano recibió una sorpresa por parte de la Asociación de Belenistas la Adoración, gracias por las críticas constructivas, porque es un servicio que nos prestan nuestros lectores.