José María Pérez Gómez
Arcos de la Frontera
Cuando era un crío allá por los setenta, desde el patio de El Posito, mi colegio nos asomábamos por una ventana y veíamos el progreso de Arcos:
Estaban construyendo estos edificios usando una tecnología pionera, en nuestra ciudad nunca se había construido en un terraplén, roadero o muladar...
Aquellos pisos nunca llegaron a ocuparse y hoy parecen unas ruinas arqueológicas de las que nadie se acuerda, pero el tiempo ha demostrado que aquellos arquitectos no estarían tan locos y sí que sabían construir, a diferencia de algunos iluminados de los de ahora, por lo pronto estas ruinas llevan mas de treinta años sin que se haya caído o movido una sola columna.
Hoy la selva reclama lo que cree que le pertenece, por el momento..., e incluye estas construcciones en su paisaje. Son un jardín prohibido incluso para sus dueños a los que no sabemos si la burocracia o la falta de dinero impiden terminar un proyecto que se quedó muerto a fines de los setenta.
Nadie se acuerda y aunque parezca que fue ayer, han pasado casi cuarenta años de unas obras sin fecha de ejecución.
Es una vergüenza que no se terminaran y que al día de hoy no se hayan tenido en cuenta para planes de viviendas sociales o algo similar en favor del interés común, que en Arcos hay mucha gente pasando necesidades.
Hoy estas ruinas son como un monumento porque afectan al entorno del recinto monumental arcense y sin embargo supongo que nadie con dos dedos de frente hoy lo vea así, pero mañana será difícil tomar una determinación y saber que haremos con ellas: ¿Las protegeremos como el Coliseo de Roma?
No tiene sentido, el ayuntamiento no puede estar ciego, debe intervenir por el bien de todos y analizar la zona para tomar una buena determinación. Hay que poner un cartel que diga cuando finalizarán las obras, por ejemplo y si no para evitar daños mayores habrá que asumir el derribo.
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