José María Pérez Gómez
Guadiaro
Al llegar las calores hemos recorrido un tramo del Valle del Guadiaro
Un grupo de amigos compuesto por Salvador, Francisco, José María, Juan Manuel, “Benito” y por éste que os escribe, partimos desde la estación de tren de Benaoján, donde dejamos los vehículos, cruzamos el paso a nivel del ferrocarril “Algeciras – Ronda” y pasamos por un puente sobre el río Guadiaro, inmediatamente tropezamos con los carteles que nos anuncian el itinerario…
A nuestra derecha queda el alegre curso del Río y también un poco más atrás la estación. Empezamos a andar por la senda y al poco despidiéndose de nosotros, vemos asomar debajo del pico La Ventana a Benaoján, en este punto también vemos una buena parte de la cara Sur Este del Macizo del Parque de Grazalema.
El camino serpentea y va cruzando por caseríos, subiendo y bajando paralelo al río… Es un camino encantado, por aquí se paseaba no hace mucho, tan sólo 20.000 años, el hombre de cromañón, dejando su huella en la Cueva de la Pileta, con sus pinturas rupestres e incluso algún esqueleto…
De pronto nos sentimos vigilados, se nota una presencia justo detrás de nosotros, que al cruzar por un pequeño puentecillo, por lo alto de un arroyo y volver la vista atrás nos topamos de bruces con nuestros perseguidores, se trata de unos cuadrúpedos de cuernos retorcidos muy curiosos y que los lugareños llaman ovejas. Tenemos que advertir a “Benito” que son amigas y que no queremos problemas, pero por si acaso lo llamamos y lo enganchamos por la correa a su collar, porque para los que no lo sepan, “Benito” es nuestro perro, un bodeguero al que queremos mucho y nos acompaña a todos los sitios.
Una vez pasado el arrollo el camino baja hasta casi el nivel del río, allí Salvador y “Benito” decidieron que era un buen sitio para refrescarse y darse un bañito, la excusa perfecta para abrir un par de botellitas de vino, una parada necesaria para disfrutar de la plenitud del paisaje, donde beben las truchas, cantan los ruiseñores y se bañan los soñadores.
Una vez menguada la carga al bebernos el vino y comido alguna que otra tapa, continuamos el sendero, todavía el trayecto nos trae sorpresas: A nuestro lado algunos huertos abandonados y al mirar hacia arriba, en las cumbres, divisamos los conocidos picos de El Palo y al fondo El Martín Gil, estamos en la Sierra de Libar y llegando a la estación de tren de Jimera, cruzamos por un paso elevado pintado de verde y entramos por un paseo alineado al río. Hemos llegado casi de noche y parece que hay fiesta, sí…, en una plazoleta se escucha música, es la noche antes de la romería.
Pero nuestro camino ha de continuar y tras divertirnos un poco continuamos río abajo iluminados por la luna y aproximadamente a un kilometro decidimos acampar en una zona que conozco bien y que me trae recuerdos de mi niñez y juventud como boy scout, estamos en La Llana sede del campamento permanente de verano de la antigua Asociación de Scout de Andalucía, allí nos sorprendió el sueño.
Por la mañana al despertar, vemos la pequeña presa a modo de azud donde me bañaba de pequeño, que recuerdos aquellos donde aprendí a hacer nudos, manejarme con mapas, pasar por un puente mono, saltar por una tirolina, jugar a los piratas y convivir con gentes de toda Andalucía…
Cargamos las mochilas al hombro y pasamos por las ruinas del Molino del Inglés, ahora tiene verja y candado, pero sigue igual de abandonado… pasamos nuevamente por un paso elevado al otro lado de la vía y en el sendero esta vez hay que ir abriendo portones…
Nos metemos en una zona llena de encinas, donde la vereda es más estrecha a pesar de estar cruzando por una dehesa donde pastan cabras y ovejas. Todavía el pastizal está alto y a veces parece como si el camino se fuera a perder entre arroyos, ulagas, jaras y zarzas. Así, también entre alambres de espino y vía, vamos conducidos hasta un puente donde cruzamos por debajo de la vía y llegamos a un páramo donde el río nos vuelve a saludar, un sitio donde dejarnos caer un poco y descansar del calor que ya nos acecha…
Al continuar hemos llegado a una finca donde hay unas verjas y unos perros mastines, enormes, el camino parece que termina o que está usurpado, pasamos por debajo de un puente con suelo empedrado, donde pasa el agua de un arroyo. En lo alto atraviesa la vía y al proseguir, sentimos que estamos desviándonos de nuestra trayectoria: El Río Guadiaro.
Subimos ya por un carril, llamado La Cañada Real, la calor es asfixiante y “Benito” arroyuelo que detecta, allí que va él para refrescarse, beber y continuar con nosotros. Por fin la cañada gira y va nuevamente buscando el río, llegamos a la carretera por la que bajamos hasta llegar a cruzar un puente y ya estábamos en nuestro destino: La Estación de Cortes.
Allí repasamos todas las sacristías e inspeccionamos los vinos y después nos fuimos a descansar a una azud que tienen al final de la aldea. En esta zona de apariencia descuidada pero salvaje, descubrimos a esta culebra de agua, también llamada culebra viperina o natrix maura, que se alimenta de los peces que acecha, manteniéndose indiferente y oculta en donde se bañan todos los zagalones del pueblo y donde las niñas lucen sus bikinis saltando desde una tirolina. Este fue el sitio escogido para pasar otra noche y por la mañana desayunamos en un bar e hicimos tiempo para coger un tren que nos llevara a recoger nuestros coches, dejamos a los compañeros tomando cervezas y cuando llegamos almorzamos, poniendo fin a nuestra aventura.
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