La Hermandad del Cristo de la Vera Cruz cumple 475 años. Esta cofradía fue la impulsora de la mayor obra social que ha tenido Arcos de la Frontera: La integración del pueblo gitano y el Hospital de San Juan de Dios
Un Momento de la conferencia |
José María Pérez Gómez
Representar a
Dios no es tarea fácil y los artistas quedan impregnados para siempre por sus encargos, imaginaros que pudiéramos
leer en los distintos materiales el paso del tiempo, como si quedase grabada su
historia en la superficie y a través de ella pudiéramos atravesar las líneas
del tiempo. En estas tallas se hallan metales, algunos son superconductores que actualmente se utilizan para rayar el
aire y grabar sonidos. En las potencias del Cristo hay grabada una historia,
pero el aparato para leerla e interpretarla somos nosotros… Os propongo un
viaje en el tiempo:
Estamos en aquellos años de máxima expansión
de nuestra nación.
Después de la conquista de
Granada y con el descubrimiento de América, España se convertirá en la primera
potencia del mundo y en el siglo XVI estamos en pleno Renacimiento. De las
manos del artista Antón Vázquez nacerá la venerable imagen y la más antigua que
procesiona en la Semana Santa de la Provincia de Cádiz: El santísimo Cristo de la Vera
Cruz. Si bien
en Jerez existe otra talla que rivaliza en antigüedad: nos referimos al Cristo
de la Viga, esta imagen no se hizo para procecionar. Hasta el siglo XVII no lo hará
y en contadas ocasiones, es a partir de 1926 cuando tiene cofradía y desde
entonces sale asiduamente.
Las influencias de los artistas
italianos que vinieron a España se expandieron rápidamente. En el monasterio de
Santo Tomás de Ávila, Domenico Fancelli fue
el autor del sepulcro del infante D. Juan que murió en 1497, también el de los
Reyes Católicos en Granada y el mausoleo mural de Diego Hurtado de Mendoza en
la catedral de Sevilla en 1509, donde había un gran bullicio
construyendo la Catedral. Nuestro artista crecería en este ambiente y para
poder tener taller propio había tenido que tener un aprendizaje de al menos
cuatro años.
“- Hagamos
una catedral tan grande…, para que las generaciones venideras crean que estamos
locos.”
Decían…
Y
allí estaban no sólo los artistas, sino también los más desfavorecidos: en el
siglo XV los esclavos guanches y moriscos se empleaban duramente y algunos se
dejaron la vida construyendo esta catedral, lo sabemos porque hay una queja del
último rey de canarias, del guanarteme Guanachesemedan al rey Fernando por el
trato dado a sus gentes…
Los artistas debían especializarse en anatomía pero… ¿Cuáles eran sus
fuentes, cómo darle realismo a sus esculturas?
En
Sevilla había mucha riqueza, pero también había esclavos, picaros, maleantes,
duelos a muerte, asesinos y ejecuciones, algunos reos previamente eran
torturados… Antón Vázquez era un artista y todo esto es un caldo de cultivo que
puede servir para sus modelos, tomaría apuntes…, después hacía una muestra en
barro y cuando tenía ya la idea clara escogía un buen tronco, normalmente
prefería el cedro, porque es una madera noble y fácil de trabajar, posee un
aceite que se encuentra dentro de forma natural, haciendo que además sea
resistente a la putrefacción, no le atacan ni los hongos siquiera, tampoco los
insectos por lo que no hay la necesidad de impregnarla.
En
el puerto de Sevilla se podía encontrar de todo, escoger la madera para tal
encargo se tomaba muy en serio, desde el momento en que se escoge el artista
deja de ver un simple tronco y ve dentro una figura, una imagen latente que hay
que liberar y sacarla a la luz, su fuente de inspiración. No nos debemos
impacientar porque la madera debe de estar seca para tal fin.
En los años
cuarenta del siglo XVI recibirá su más preciado encargo, ya era un artista
consagrado y desde la ciudad de Arcos de la Frontera alguien sabía de su
existencia: Per Afán de Ribera estaba casado con Leonor Ponce de León, hija del
primer duque de Arcos y nieta del famoso conde D. Rodrigo, que poseían palacios
en Sevilla y que residían en Marchena.
Per Afán de
Ribera, nació en Sevilla en 1509, de noble cuna y grande de España fue
adelantado mayor de Andalucía, Virrey de Cataluña, de Nápoles… y otros tantos títulos. Tendría más o menos la
misma edad que Antón. Su tío Fadrique Enriquez de Rivera era su antecesor en el
cargo y entre 1518 a 1520 viajó a Tierra Santa y midió los pasos que dio Cristo
en su Pasión, desde el palacio de Pilatos hasta el monte Calvario. De vuelta a
la Península, en Bornos tenía un palacio y allí realizó una experiencia única
hasta el momento: realizó el primer Vía Crucis del mundo, acababa de inventar
la Semana Santa y en Sevilla tuvo su mayor repercusión, convirtiendo desde su
casa, ahora conocido por “El palacio de Pilatos” , hasta la Cruz del Campo en el escenario del evento.
Las órdenes
militares eran ya anacrónicas, no había enemigos de la Santa Fe en la
Península, ahora tocaba la hermandad y las estaciones de penitencia, otra forma
de entender la vida.
Y… ¿Cómo era entonces la ciudad de destino? ¿Quiénes habían hecho el
encargo?
Arcos
de la Frontera había sido la ciudad más activa contra el reino de Granada,
todavía guardaba su fisonomía guerrera y un gran recinto amurallado lleno de
torreones. San Juan de Dios, la iglesia de destino de nuestra imagen, no se
llamaba así, por aquel entonces era un hospital, el de San Sebastián, que
quedaba a las afueras de la ciudad y las Puertas de Belén condicionarían la
altura y anchura del paso; la altura media de los paisanos que suponemos sería
de 1,60 metros también, pero no había problema pues Antón Vázquez como tantos
escultores de la época consideraba un insulto representar la figura de Cristo a
tamaño natural.
Santa
María y San Pedro tenían una pugna por ver quién era la más antigua y más
grande, las torres de sus campanarios que conocemos hoy aún no existían. En San
Francisco ya había una hermandad, la más antigua, la del Santo Oficio de la
Inquisición, pero la cofradía de los Reyes encargaría primero una imagen, la que
hoy conocemos, escribieron al Reverendísimo Padre General que entonces era Fray
Francisco de San Antonio, para que enviase religiosos que fundasen o se
posesionasen del Santo Cristo de la Vera Cruz y después se hizo la capilla
mayor y crucero de la Iglesia, que era muy pequeña, se dilataron las
enfermerías de hombres, haciendo la de mujeres y celdas de nuevo, a costa de la
Comunidad, y después se agregaron los otros hospitales, quedando por su titular
el mismo Santo Cristo de la Vera Cruz.
En
Sevilla un trozo de madera iba tomando forma y la fama de la Sábana Santa de
Turín había influido en los autores italianos y a través de ellos en los
sevillanos, representando la imagen de Cristo de la misma forma que conocemos
hoy. Poquito a poco la cara va saliendo y cada día Antón está más entusiasmado,
los ojos deben representar un Cristo muerto, la vida se le ha escapado, pero la
cara a pesar de ello debe mantener dulzura; en los brazos podemos distinguir
las venas, los músculos pegados al hueso y con las manos resignadas,
semiabiertas, no se ve tensión, en apariencia todo está muerto ¿Todo?
Hoy
puedo decir sin temor a equivocarme que Antón Vázquez era creyente y si no, se
volvió con el encargo, la imagen de la Vera Cruz guarda un secreto: el escultor
no quiere representar la imagen de Dios como muerto. Aunque cuando vemos la
imagen vemos una persona desangrada y torturada, todavía Vázquez se guarda un
as debajo de la manga, perdón detrás de la rodilla derecha queremos decir,
porque en ella podemos apreciar un nervio en tensión, todavía el cuerpo tiene
vida y así, con esta maestría oculta, se nos muestra a un Cuerpo vivo, que no
muerto.
A
pesar de ello, el artista tenía que herir su obra, tenía que darle realismo y
eso se agudiza en la cicatriz de la “lanzá” en el costado del Cristo, es como
si se vaciase por la herida, la sangre cae a borbotones y se le pronuncia el
esqueleto en las costillas…
Una
vez terminada la imagen la preparó y la embadurnó con una pasta de yeso y cola
para taparle los poros, la lijó y la pintó al oleo. Ya estaba la imagen
terminada.
La
partida desde Sevilla debió ser todo un acontecimiento, pues aunque lo metieron
en un carro liado en mantas y posiblemente amortiguado en paja, los caminos de
entonces no eran precisamente una ruta muy segura. Parte de la hermandad se
trasladó a Sevilla y vinieron escoltándolo, os podéis hacer una idea de cómo
llegaría a Arcos…
El
Clero de Santa María, la cofradía de los Reyes y la nobleza de la cuidad salieron
a recibirlo. Aquella Semana Santa sería distinta:
Un pueblo nómada se estaba asentando en
Andalucía y guardaban sus tradiciones y hasta su idioma, parecía que no se
mezclaban con nadie, pero por temor a la Inquisición se declaraban cristianos e
iban a misa, o se habían convertido. Estaban aquí porque la realeza amparaba a
los nuevos conversos y la Real Hermandad tenía ese rango, a petición de ella,
si los reyes lo veían oportuno, en premio les regalaban su apellido. Cuando el
día de la procesión y las puertas de San Juan de Dios se abrieron el impacto
entre los presentes fue grande, también entre los nuevos afincados y del alma
de un gitano salió un cante distinto y lastimero ante la extrañeza del clero,
era la primera saeta, la que se clavó en el corazón de los arcenses, la que dio lugar al estilo más antiguo, a la
forma de cómo lo hacía Manolo Zapata, ya cristianizada, con un toque gregoriano.
La primera
saeta es un enigma, no sabemos si se cantó en sanscrito, en caló o en un
español rudimentario, sabemos que fue aquí y que contrariamente a lo que algunos
expertos de poblaciones como Sevilla o Jerez piensan, no tienen un origen
judío, ni moro, pues éstos ya habían sido expulsados y ningún judío o musulmán
le cantaría a ninguna imagen y mucho menos le saldría del corazón, por el
contrario sí que a un hindú o a alguien con este origen le podría salir. ¿Por
qué? Porque para nosotros es sólo una imagen que más bien o más mal representa
al Señor, que el cristiano no debe adorar imágenes, en este caso una gran obra
de arte. Pero para un indio con tradición hinduista no es sólo una talla, ve directamente
a su Dios…, los gitanos se estaban convirtiendo y con este cante salido del
alma no tenían que demostrar nada más.
Se ganaron un
sitio en la historia, aunque a algunos les cueste reconocerlo. Si aquella
primera saeta no hubiese emocionado al clero, a los arcenses…, o si hubiesen
tenido la sospecha de ser un canto pagano o indigno, hoy estaríamos hablando de
otra cosa. El Cristo de la Vera Cruz, el de los gitanos…, representa la
integración de un pueblo. Es una nota de color en una ciudad como la nuestra,
la más guerrera del reino, que solo 53 años antes paseó primero que nadie su
pendón, junto al de Castilla, al lado de los reyes católicos por Granada, de
manos de los Ponce de León, en una guerra donde no se toleraban otros pueblos,
costumbres, religiones ni forma de pensar…
Antón Vázquez
añoraba aquella imagen y conservaba el modelo de barro porque en 1548 recibió
otro encargo y realizó una imagen casi gemela, para la Vera Cruz de Sevilla,
que también es hoy la imagen más antigua que procesiona en la capital
hispalense.
En 1574 Fray
Juan Pecador visita la orden fundada por Juan de Dios en Granada, quedó tan
impactado que se unió a ella. Amplió su actividad en otras fundaciones, en
Medina, Arcos, El Puerto, Sanlúcar de Barrameda y Villamartín.
Fusionó todos
los hospitales arcenses en uno, el de San Sebastián, el 14 de octubre de 1584.
La capilla fue consagrada el 3 de septiembre de 1597 por Don Miguel Geniltero,
Obispo Auxiliar de Sevilla y en 1673 la orden tomó el nombre de su fundador:
San Juan de Dios y en 1853 Fray Juan Pecador sería también beatificado y
conocido como Beato Juan Grande por el Papa Pío IX, pero hoy gracias a Juan
Pablo II ya no es sólo beato, sino santo, un honor para este hospital, esta
capilla y esta cofradía.
Aquí la orden
también práctico la noble causa de su existir, la de cuidar y atender a los
encarcelados, enfermos, convalecientes e incurables, prostitutas, soldados
enfermos y mutilados de guerras, niños abandonados…
La
corona del Cristo está labrada también en madera, pero sobre ella años después
se colocó una de oro. Mi ilustre padre: Manuel Pérez Regordán, para la confección de “La historia social de Arcos a
través de la Hermandad del Santo Cristo de la Veracruz”, descubrió que la
trajo un indiano:
Miguel Antonio Calderón de la Torre, amante de Lucía Pérez, que
volvía a su ciudad natal a bordo de la nao Nuestra Señora del Buen Suceso, más
conocida por La Concordia, pero, desgraciadamente, en el trayecto de Lima a Cádiz
falleció el 28 de junio de 1788, habiendo otorgado testamento ante el escribano
del buque don José María Caballero en 15 del mismo mes y año.
Don Miguel Antonio fue oficial mayor de la Mesa del Viento de la Contaduría
de la Real Aduana de Lima y venía ‘con el fin de descansar en estos
reinos por el retiro que se le ha concedido por S.M.’ Conservamos en
nuestro archivo su espléndida hoja de servicios.
Venía en compañía de su hijo natural don Pedro Calderón, nacido en
Cochabamba, obispado de Trujillo en Perú, el 6 de julio de 1756.
Al llegar a Cádiz, la Audiencia de Contratación de Indias exigió al capitán
que diera cuenta de la ropa y alhajas que ‘se hallan en los baúles que
traía’. Se habla de dinero y plata labrada. Don Miguel Antonio traía
ocho mil ochocientos pesos de plata con peso de cuarenta y nueve marcos y dos
onzas, más cuarenta y dos castellanos de oro, de los que dos mil pesos se
habrían de imponer a nombre de su hermana doña Justa Calderón de la Torre, que
vivía en la Corredera en casa propia, con el fin de que se alimentase con los
réditos (murió el 1º de octubre de 1788). En los baúles llegaban 130 pesos y en
poder de don Tomás de la Calleja, alias el Aquiles, 1.150 pesos; don Francisco
Sierra, Alguacil Mayor del Comercio de Cádiz, le debía 290 pesos y don Mateo
Milanés, Coronel del Regimiento de Infantería de Extremadura, le debía 20
pesos.
Entre las alhajas traía un juego de hebillas, unas de oro y un espadín de
puño de plata.
Fue este indiano un excelente mecenas de la hermandad de la Vera Cruz,
regalando 300 ducados para la confección del manto de la Virgen de los Dolores
que bordó el sevillano Lucas Ortega en 1786 y fue, a la vez, el donante de la
corona, cantoneras e INRI de la cruz del Santo Cristo, colaborando también en
el pago de un paso de plata que se realizó por el platero Alexandre para la
Virgen y San Juan. Las letras del S.P.Q.R. que hoy lucen en el cartel de los ‘armaos’ también
fueron de su donación.
Cuando mi padre fue hermano mayor de esta cofradía organizó el primer
concurso de saetas de Arcos… ya ha llovido y en mi niñez recuerdo que mucha
gente conocían al Cristo por “Él de los gitanos”, siendo un acontecimiento
cuando mi padre lo llevó a la Plaza de Miguel Mármol, yo era un crío, iba con
unas campanitas y aún lo recuerdo, no paraban de cantarle. Fue también mi padre
el que cambió el recorrido porque según él este era el recorrido antiguo
teniendo en cuenta que el ayuntamiento por el siglo XVI estaba por San Antonio
Abad.
En los años ochenta el Cristo
volvió a Sevilla para una restauración. Crucé junto a mi padre y me hermano
Jacinto unas puertas enormes, de estilo almohade que daban directamente al
Patio de los Naranjos y al fondo entramos por una puertecita a un taller, allí
estaba el Cristo desarmado y despojado de su pintura, se podían ver
perfectamente los trazos marcados por la gubia de Antón y mi padre disimuló muy
bien su cara delante del restaurador, pero salió de allí descompuesto, porque
según él, nuestra familia habían sido de los fundadores y una vez que el Cristo
tuvo un percance me contaba que mi abuelo con la tajá del Jueves Santo, llegó a
pedir un médico. Afortunadamente aquella restauración salió bien y mi padre
descansó.
Cuando mi hermana Isabel junto a la junta de Hermandad me encargaron esta
conferencia me pilló por sorpresa y les dije que no estaba preparado y me
negué, pero reflexionando sabía que no podía rechazarla porque hay caminos que
no vemos y llamadas que no escuchamos, en el fondo me di cuenta que con solo
mirar al Cristo ya tenía media conferencia hecha. Como os dije en las potencias
del Cristo hay grabada una HISTORIA.
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