José María Pérez Gómez
Arcos de la Frontera
El espíritu de Inés andaba hoy algo extraviado, desde que llegó a Arcos hace casi quinientos años, ella acompañaba todos los JUEVES del Corpus la procesión.
Las calles del Recinto Monumental de Arcos olían esta mañana a romero, algo extraño porque hoy no es JUEVES y el Sol salió por lo alto de nuestras cabezas como si lo fuera, para recibir al Cuerpo del Señor.
“- Nadie puede servir a dos señores; porque o aborrecerá a uno y amará al otro, o apreciará a uno y despreciará al otro. Ustedes no pueden servir a Dios y a las riquezas.”
Hace unos años la curia perdió la fe y para agradar al capital cambiaron el día, para que los obreros no perdieran puntal, cosa extraña porque para agradar a unos se perjudica a otros, como dice el santo evangelio.
En Toledo, Sevilla o Granada, parece que Dios no ha llegado para cambiar el JUEVES por el domingo y es que la FÉ se manifiesta de forma distinta entre los distintos creyentes e incluso religiones.
El arcense Hernando de San Pedro, la Paz sea con él, lo sabe bien donde quiera que esté, porque junto a Francisco Pizarro se hicieron pasar por dioses y el indio Atahualpa les creyó…, creyó ver a su Dios Viracocha en la figura de Pizarro. ¿Qué quién era Viracocha? Viracocha era un hombre de tez blanca, de largos cabellos y barba, vestía con túnica blanca y portaba un libro. No sabemos si también se hizo pasar por Dios o era Él mismo, en persona o un europeo extraviado en aquellas Indias de Colón. Lo cierto es que Viracocha era muy popular allá y un día se fue andando por las aguas, no sin antes prometer volver.
Así que cuando Pizarro llegó, le estaban esperando. Atahualpa se había criado en el amor a su Dios y sentía curiosidad, cómo no iba a adorar a aquel impostor… Y entonces fue que Dios (Pizarro) se encontró con Atahualpa y un clérigo se adelantó hacia su trono de oro regalándole un libro, pero aquel indio no comprendía aquellas extrañas escrituras y lo arrojó al suelo, formando un momento de gran tensión e incomprensión. Los soldados arrestaron al último emperador de los incas y Francisco Pizarro le pidió el oro de los templos y las vírgenes porque le pertenecía. Atahualpa no dudó en pagar todo como si fuese un rescate y no ordenó a sus hombres en ir contra los españoles porque para él, Pizarro era el mismo Viracocha.
Una vez pagado el rescate, Viracocha (Pizarro) le hizo ver a Atahualpa que merecía la muerte por haber tirado un libro sagrado y el hijo del Sol entregó su vida para salvar a su pueblo, convirtiéndose al cristianismo, porque no puede haber dos señores. Así los incas se convirtieron por orden de su rey.
Inés era una joven bella, virgen en el Templo del Sol. Hernando de San Pedro debió quedar prendado de ella y se la trajo a su ciudad natal y en Arcos la dejó heredera de sus riquezas porque él se ordenó sacerdote y partió a Tierra Santa para nunca más volver, jamás se supo que fue de su suerte, mientras Inés quedó yendo todos los días al culto en Santa María y todos los JUEVES de Corpus nunca faltó.
Pizarro fue asesinado por los suyos, ya que ellos sabían que no era Dios, pues o se sirve a Dios o se sirve al dinero y Pizarro mismo era esclavo de lo segundo.
Hoy casi cinco siglos después, el día del Cuerpo de Cristo se sigue celebrando, aunque ya no con el mismo esplendor. En mi niñez recuerdo que el Arcángel San Miguel abría la comitiva, detrás iba la Virgen Divina Pastora de la parroquia de San Pedro, San Antonio de la parroquia de San Francisco, Dulce Nombre vestido de Corregidor, e incluso la Virgen de las Nieves y algunos años llegó a salir también la Virgen del Rosario… Todas las parroquias y cofradías se fundían en una sola y Arcos relucía como el Sol, como el oro traído del nuevo continente que reluce en nuestras iglesias y que en su día también sirvió de culto al mismo Dios pero con nombre distinto.
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