RONDA. LA MINA DEL REY MORO from Jesús Núñez on Vimeo.
LAS UÑAS DEL LEÓN
Registrado en Cádiz con el Expediente CA: 329-16 / Nº Registro: 20169990340232
José María Pérez Gómez
Toma de Ronda
Mil caballos aparecen por los horizontes rondeños al mando de don Rodrigo, tomando todos los cruces de caminos y cercando la ciudad. El señor de Palma está con don Rodrigo:
Luís Portocarrero: “- Se han encerrado como conejos y eso que aún no ha llegado el grueso del ejército.”
Don Rodrigo: “– Enviad un heraldo comunicándole la situación al rey.”
Luís Portocarrero: “- Hay que tener cuidado, hay muchos cautivos cristianos dentro y el rey no quiere una masacre.”
Don Rodrigo: “– Según mis informadores, habrá como cuatrocientos, pero no hay que preocuparse, en estos momentos sólo hay 700 vecinos y 1.200 hombres de pelea. Por las cuentas que se traen…, necesitan que a nuestros hombres no les pase nada.”
Luís Portocarrero llama a un heraldo:
Luís Portocarrero: “- ¡Heraldo, comunicad al rey que la plaza está sitiada, que todo va bien y no tenemos bajas!”
Cuatro días después, el rey don Fernando llega con el resto del ejército, la impedimenta y la artillería pesada que se desparraman por todos los campos cercando aún más la ciudad. Un caballero de Arcos, de la tropa de don Rodrigo, llamado don Juan de Armario irrumpe en la tienda de éste.
Juan de Armario: “- Excelencia, hemos descubierto algo importante:
Los moros se están abasteciendo de agua por una mina secreta que da al río.”
Don Rodrigo: “– Pues ya no es tan secreta, había oído algo, ya que utilizan como esclavos a nuestra gente, que son los que precisamente suben el agua en sequies de pellejo de cabra, quizás podremos liberar algunos y entrar en Ronda por ahí, vayamos pues…”
Cientos de hombres se introducen por el Guadalevín en el famoso tajo rondeño, río abajo, buscando la cueva del rey moro. Al llegar sorprenden a algunos cristianos acarreando agua y se meten en la cueva luchando contra los moros. El alboroto es fuerte, Juan de Armario lucha con todas sus fuerzas, como una fiera, pero un moro le clava una lanza en el corazón y éste cae muerto. Don Rodrigo y unos soldados recogen el cuerpo, mientras los moros sierran una cancela y huyen por la galería.
Don Rodrigo: “- Apostaremos una guardia aquí, debemos impedir que los moros se abastezcan de agua.”
Luís Portocarrero: “- Ya no podrán aguantar mucho, don Francisco Ramírez de Madrid ha colocado las bombardas, estará esperando a que lleguemos para empezar a dispararlas.”
Don Rodrigo: “- Llevemos a Juan a sitio seguro, se merece un buen funeral y después haremos añicos Ronda, a no ser que se rindan antes…”
Suenan los truenos de las bombardas, los muros se caen abajo, soltando una gran nube de polvo y caliches, peor aún, la ciudad arde por el fuego de alquitrán que contienen algunas bombas incendiarias.
La poca agua que queda es gastada en apagar los fuegos. Un moro baja la bandera de la ciudad e iza la blanca. Las puertas de Almocábar se abren y Hamet El Zegrí sale él sólo, a negociar la rendición. Don Rodrigo llega al galope de su caballo, abriéndose camino entre sus tropas.
Hamet El Zegrí: “- Señor, la ciudad no puede aguantar más, deseo negociar la rendición con el rey Fernando.”
Rodrigo Ponce de León: “- Tengo poderes del rey para negociar y no negociaré nada en tanto no sean entregados todos los cautivos cristianos. En cuanto así sea, tendré el permiso de nuestro Rey para que podáis salir con vuestras familias y pertenencias.”
Hamet El Zegrí: “- Podéis entrar en la ciudad si así lo deseáis, aquí tenéis las llaves, en cuanto a los cautivos podéis liberarlos vos mismo en cuanto entréis. ¿Hay trato?”
Rodrigo Ponce de León: “- No es de mi agrado contradecir a mi rey, todo el mundo ha visto que habéis bajado las banderas y salta a la vista que os habéis rendido, la ciudad es nuestra, podéis marcharos.”
Don Rodrigo recoge las llaves y entra en Ronda seguido de su ejército. Los moros salen de la ciudad rumbo a Málaga.
Unos soldados abren las puertas de las mazmorras, de donde salen completamente desnudos y extenuados los cuatrocientos prisioneros, todos con largas barbas, largos cabellos y espelucados, de entre ellos un joven abraza a don Rodrigo, se trata de su sobrino Manuel que cayó preso en la Axarquía.
Manuel Ponce de León: “- ¡¡¡TITO!!!”
Rodrigo Ponce de León: “-¡QUÉ ALEGRÍA VERTE, SOBRINO!”
Manuel Ponce de León: “-Sabía que vendrías a libertarme, sólo alguien como vos podría hacerlo.”
Rodrigo Ponce de León: “- Bueno, Manuel… que ha venido hasta el rey.”
Sobre los torreones están izando las banderas de Castilla y de Aragón. El rey entra en Ronda y llega hasta don Rodrigo que haciéndole una reverencia…
Rodrigo Ponce de León: “- Alteza, Ronda es vuestra, le presento a mi sobrino Manuel.”
Un soldado trae una sábana y cubre a Manuel.
Rey Fernando: “- ¿Qué tal está? Espero por su bien que no se deje más capturar por el enemigo.”
Manuel Ponce de León: “- Tendrán que matarme, alteza…”
Rey Fernando: “- Estoy orgulloso de vosotros, con gente así pronto acabaremos esta guerra.”
Rodrigo Ponce de León: “- Alteza, los pueblos de estos alrededores están deseando entregarse, en unos días toda la comarca será vuestra. Mientras, le invito a mi acogedora ciudad de Arcos, suya también y así desde allí podremos planear tranquilos cómo vamos a continuar la campaña y asediar Málaga.”
Rey Fernando: “- ¿Sabes que éste que has dejado escapar, Hamet El Zegrí, es tu enemigo más íntimo, el que se va a enfrentar a ti en Málaga?”
Rodrigo Ponce de León: “- Lo sé, alteza, pero cada cosa requiere su tiempo.”
Rey Fernando: “- Es lo que tiene ser caballero, has contenido tus deseos de venganza a la espera de mejor ocasión.”
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