viernes, 1 de enero de 2016

La Luz de la Alegría


José María Pérez Gómez
Arcos de la Frontera

   En el mirador de los Cabezuelos tres extraños turistas coincidieron, estaban fascinados por la iluminación de la Peña, una luz que les atraía y cámaras en mano sin ponerse de acuerdo, todos hicieron la misma fotografía que por casualidad los tres obturaron a la vez, que a su vez la apertura de sus cámaras coincidió con la explosión de un cohete en el cielo, que lo había prendido desde el balcón de la Plaza del Cabildo un niño… 

   En las tres imágenes apareció captado aquel cohete a modo de estrella, los tres turistas se miraron, uno era hindú, otro era tanzano y alemán el último. Las fotos habían quedado como una postal de navidad y fue entonces que el alemán quería conocer desde dónde y quien pudiera haber lanzado aquel cohete…, ocurriendo que los otros dos coincidieron en el pensamiento y allá que en la Plaza del Cabildo se encajaron.

   Por las calles no había apenas nadie, antes de subir la Cuesta de Belén se encontraron con un extraño establecimiento llamado Babel, su dueño, Oscar les indicó por donde se subía a la Plaza del Cabildo. Al llegar no había nadie y decidieron hospedarse aquella noche en el Parador de Turismo, donde ocurrió que una guiri se puso allí misma de parto y la sorpresa fue que el tanzano era médico, que el hindú era representante de una empresa farmacéutica y el alemán dueño de varios hospitales… El señor Parra, que le tocó de turno en el hotel no salía de su asombro y acompañó a estos señores hasta la habitación donde se encontraba la parturienta, después telefoneó a su hermano Miguel para que viniese a cantar unas nanas. Cuando el bebé nació todo era una fiesta. 

   La noticia corrió como la pólvora y desde La Taberna Jóvenes Flamencos todos los artistas que había fueron a cantar y el bar de la Cárcel hizo unos guisos para el personal y el bar Alcaraván puso el pan, los del restaurante italiano Mamma Ttina enviaron pizzas y el vino lo sacaron de la Rebotica y así unos tras otros, todas las tabernas y bares del recinto Monumental iban participando.

   A la mañana siguiente los tres turistas habían sido multados por los agentes de la zona azul y ante la sorpresa corrieron para ver si encontraban a estos agentes para pagarles los tres euros para que les quitaran las multas, pero ya había pasado la media hora y les dijeron que ahora les iba a costar 80 a cada uno… Y hartos de dar vueltas desayunaron en San Marcos, donde apareció un señor que llevaba un perrito blanco y que decía se había enterado de la noticia para sacarla en su revista. Los tres señores le contaron lo sucedido y además le entregaron un cofre para que se lo entregara a los padres de la criatura. 

   Aquel cofre que parecía vacío, cuando fue abierto en el Parador desprendió una potente luz y dentro se encontró oro, incienso y mirra.

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