miércoles, 12 de agosto de 2015

El Podenco Andaluz

Podenco Andaluz
Juan Carrasco 
Puerto Serrano

El ronco cantar del gallo anuncia la amanecida, a cierta distancia, en el crecer de la luz mañanera, oímos un rebuznar, no muy lejano 

Parece ser que los relojes biológicos del mundo animal dan por hecho, la presencia inminente del nuevo día.

En el entorno de la coqueta casita de campo los perros de caza se muestran nerviosos, arrastran cadenas opresoras, de un lado para otro; gimen, ladran, se agitan y sus orejas se erizan y encrespan de forma inusual. Parecen haber adivinado, quizás, por el comportamiento inusual, durante los últimos días de su dueño que la caza se acerca de manera inminente. 

- Las tardes que anteceden a la apertura de la veda. Rafa no ha dejado de ir a la casita. Si, esa casita blanca que se dibuja, como un pincel de cal, al final del camino, de que en empinada cuesta nos lleva de la huerta a mitad de la ladera, donde se asienta el pequeño cortijillo, escoltado por varios pinos piñoneros y árboles varios, que entremezclados con parras y zarzaparrillas abren paso hacia la portezuela que da acceso a la casa. A la derecha queda un pozo antiguo, medio seco por el capricho de cauces de aguas subterráneas que van y vienen, - dice Rafa.

En la parte posterior y diseminados, observamos varios aperos de labranza, dejados sin orden ni concierto, al capricho, tal cual se han ido usando. 

El lugar elegido para la estancia de los perros es la parte izquierda, según desemboca la caseta, ante un escueto rellano de tierra pelada que precede un patinete, por donde se accede a la puerta del caserío.

A la espalda de las perreras baja un arroyo, ahora seco, pues parece ser que su cauce se alimenta de lluvias torrenciales y tormentas septiembreras. 


Aunque su origen parece estar en un pozo que se encuentra a unos cientos de metros olivar arriba; con tan escaso nivel de agua que parece ser que no alimenta ni alivia el sediento cauce del arroyo.

A esta panorámica tan polichera quien la dota de vida, de frenesí de algarabía constante es la jauría de perros podencos, principalmente, que Rafa a ido llevando al cortijillo, con mimo y a los cuales profesa unos cuidados, casi se podría decir personalizados y llevados a cabo con rigor y disciplina castrense. 

¡Éste no comió ayer...! Éste otro está minado de bichos; ó éste otro estuvo perdido y volvió cojo, etc... Los visita a diario y los analiza cual médico visitando su enfermería. Es su vida o parte importante de ella una vez finalizada su jornada laboral. 

Allí, en su cortijillo pasa largas horas los fines de semana. Su jauría está totalmente catalogada e identificada pormenorizadamente. Los mira una y mil veces. ¡El de Alberto está malo! Puntualiza, no come bien; ó tal cual no tiene microchips! Como aparezca el SEPRONA me la cargo; ó a este la han pegado: por avaricioso...

Son su ejército cinegético, su escuadrón de cazadores implacables de conejos. Los mima, los cuida con riguroso celo y los prepara y selecciona, cual si una tropa de élite se tratara. 

Los perros lo saben, saben que hoy es el día señalado. Nadie se los ha dicho, pero lo intuyen de manera visceral, huelen el ambiente, el nerviosismo de Rafa... 


Sí, hoy se abre la veda y no a todos, pero una parte importante de ellos vivirán el éxtasis y el delirio máximo que en un podenco produce la máxima expresión del sentir de su instinto animal: La caza.

Rafa sacará a los veteranos y algún cachorrillo, para el cual hoy será su bautismo de fuego ...Alberto su amigo de tribulaciones le acompañará en tan esperado día. Si todo sale bien la cerveza será a las dos en el bar “Mula”

Suerte cazadores.

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