viernes, 13 de noviembre de 2015

Recordando a Juan Bosco Navarro Grau

Capilla de la Misericordia - Arcos de la Frontera
El jueves 12 de noviembre en las jornadas literarias, Pedro Sevilla nos recordó la figura de Juan Bosco Navarro Grau, que nos dejó en abril.

Pedro Sevilla: “- La muerte, ese crespón negro que cierra el telón de nuestra vida es un colofón trágico pero imprescindible para entender una vida, para que una vida tenga sentido. Si la muerte no existiera no habría tesón, ni pasión, ni música, ni poesía, ni pintura…, sin la muerte no habría más que un eterno pasar insulso lleno de nada, sin dolor ni gracia.

La muerte nos da también la dimensión justa de un ser humano, en tanto que hasta su muerte no calibramos con exactitud lo que esa persona ha significado, lo que ha aportado a la sociedad y a las personas que lo trataron, lo que hicieron y se sintieron queridas por él. Es como si la muerte al llevárselo nos dejase la imagen más fiel de lo que fue, más exacta…, ocurre lo mismo con un miembro amputado: Los que han perdido por ejemplo una pierna, no descubre el auténtico valor de esa pierna hasta que no la pierden, puede decirse que no la sienten tan viva como cuando la saben muerta.

La muerte llegó una mañana de abril, yo tomaba café en el restaurante La Fonda y un tímido wasap me preguntó sobre un rumor que empezaba a extenderse por el ayuntamiento. La campaña electoral o al menos la fiebre electoral estaba en todo lo suyo, así que en un principio pensé que podría tratarse de una broma pesada ya que Bosco era el candidato a la alcaldía por la organización Izquierda Unida. Creí que era una broma pero ya no pude seguir leyendo el periódico.

Al momento me llamó mi hermano Rafael y me dijo que si sabía algo porque en el ayuntamiento no se hablaba de otra cosa. Más tarde fue Alfredo Vivas quien me confirmó que era verdad. No recuerdo como llegué desde el Gallo azul hasta San Pedro, sé que la calle estaba llena de turistas que como pájaros exóticos disfrutaban del sol de la luz de abril. Sé que desde que me llamó mi mujer llorando, porque también hasta allí había llegado la noticia, pero todo transcurría como ajeno a mí, desenfocado, porque la primera reacción humana es negar la evidencia: No, no puede ser, cómo se va a morir Bosco si ayer estaba bien y volvió de Zahara de pasar la Semana Santa…, lo triste es que era verdad.

Bosco se había adentrado durante el sueño en esa zona de misterio donde no se es nada, nada más llegar, ni mediante la poesía ni mediante la razón, se había adentrado en la noche oscura y ya estaba en la otra orilla mirándonos con su media sonrisa de hombre machadianamente bueno.

Luego de la incredulidad vino el dolor, porque cualquiera que haya perdido un ser querido sabe que el dolor no llega hasta más tarde que al principio el mazazo es tan contundente, tan acaparador que nos impide sufrir. Los llantos y aspavientos del principio son rebeldías imprecación, pero no son el dolor. Al dolor lo reconocemos porque es un sentimiento noble que nos eleva, el dolor es al mismo tiempo la enfermedad y la medicina, al tiempo que nos consume como el fuego a un tronco seco, nos enciende y nos hace brillar, nos convierte en apacibles antorchas para la larga noche de los muertos.

Ya tenemos a Bosco religado, reunido en su totalidad. Cerrado el paréntesis con dos hijas donde consta el tiempo de un ser humano, el que va desde su nacimiento hasta su muerte, tenemos a Juan Bosco Navarro como un todo y podemos hablar de lo que fue y de lo que es, porque el que nace, nunca acaba… Y decía al principio que es imposible disociar su actividad, porque todo lo que hacía obedecía a un mismo impulso, a un mismo manantial ético. Bosco daba una clase de francés como si escribiera un poema, discutía un punto de la sesión plenaria del ayuntamiento con la misma pulcritud que si estuviera desentrañando los versos más queridos de sus maestros. 

Bosco escribía versos consciente de que estaba en contacto con algo sagrado, algo que le exigía, que lo colminaba, por eso era tan exigente y por eso era parco en la escritura, porque sabía machadianamente también que el hacer las cosas bien importa más que el hacerlas.

Ya sé que esto es un acto literario, pero me van a permitir por ello de que la de Bosco es una personalidad indivisible que me refiera muy brevemente a su actividad política, ahora que nuestra política, en lo nacional está tan convulsa.

Bosco era un político con una falta de apego al poder y a las prebendas del poder, con una total incapacidad para el juego sucio. Todavía lo recuerdo en unas elecciones, en la plaza de América, dando un mitin enmarcado en unos cipreses que ahora se me antojan premonitorios, daba el mitin y pedía el voto casi por favor, con una educación y un respeto a los contrarios, que yo creo debería servir de guía a muchos jóvenes que ahora se incorporan a la política. Ya digo, daba un mitin como si escribiera un alejandrino, con la misma pasión, con la misma educación.

Y su poesía… ¿Cómo era su poesía?

Bosco unía sus pensamientos a la obra y así podía hacer poemas concienzudos, largos, alejandrinos. De vez en cuando por correo electrónico o en mano me hacía llegar unos poemas largos donde hablaba de lo que siempre hablamos los poetas…

En sus poemas nada sonaba a falso porque todo era verdad, todo era medido y razonado desde la madurez del tiempo y sus poemas hablan de un perro, ese ser cuadrúpedo que nos mira como a dioses o hablan del juguete roto de la infancia y sentimos latir la vida con una pulsión imperecedera, si son versos de amor, ese amor vive siempre, se queda a vivir para siempre en los versos…"

Sus amigos nos recitaron poemas de él, este es uno de ellos:


EL ÁRBOL VIEJO (Juan Bosco Navarro Grau)

A mi padre

En vana gloria muestra su juventud el árbol,

pues débiles sus ramas no ofrecen confianza al que regresa

y despoblado apura a claridad del cielo,

quebradas, desoladas donde no pastan cabras.

Pero del árbol viejo, 

no decimos también que se desploma en terca tempestad.

Tantos años creciendo hacía la altura 

de poco le han servido,

dejado ya a su suerte,

abandonado árbol

y sin embargo

a su tronco hueco servirá de escondrijo a verdes lagartijas,

y la humedad del aire en sus ramas se posan por fuerza de costumbre.

Ramas abatidas para invocar la lluvia

para templar su sabia, fortaleza,

arbustos y retamas se nutren del cadáver 

que inerte se deshace

y descarnado muestra su soledad vacía…,

el corazón antiguo de la tierra.

Y detrás de la lluvia, la ventisca

para cumplir el ciclo de vida, tras la vida

pues saben en un tiempo, él hizo florecer la primavera.

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