Arcos de la Frontera
Antiguamente una declaración de
guerra era matar al mensajero
Erase
una vez un reino muy moderno, que para ser reino tenía un parlamento…
democrático, pero con unos reyes constitucionalmente irresponsables de sus
actos por ley, el espejo donde se miraban sus políticos, unos señores que se
creían con los mismos derechos que los soberanos y que practicaban los mismos
deportes a escondidas ¿A escondidas…?
En
ese reino también existía la prensa, que era ya bastante incómoda porque no
comprendía que los varones de los partidos políticos recibieran también dinero
a cambio de favores, algo que se rumoreaba pero de lo que nadie tenía pruebas.
A
un apestado del partido que gobernaba, por chapucero a presidio le llevaron y él
con tirar de la manta amenazaba y a un periodista afamado las pruebas le enviaba.
Gran escándalo se formó, pues a más botín que la casa real cupieron y el reino
estaba en crisis, pero subía la gasolina, el gas, la electricidad, el pan…, la
gente se moría de frío por no poder pagar la luz, acudían a cáritas para poder
comer.
El
poder, antiguamente agradecido a éste periodista, pues formó parte del
engranaje que derrocó al gobierno anterior, ahora estaba muy cabreado y temían
ser tumbados también, (eso es algo que lamentablemente también he sufrido yo
mismo a pequeña escala en Puerto Serrano, en el medio de comunicación en el que
trabajaba), como os decía, el poder decidió matar al mensajero, entre todos le
mataron y ellos solitos se lo comieron.
Pero
la historia no acaba aquí, cuando los poderosos tienen miedo, declaran la
guerra matando a los mensajeros, sin testigos, ni controladores las dictaduras
se hacen más fuertes aunque el reino esté hecho una miseria. Sin oidos, sin imágenes y sin voz, EL MUNDO se ha quedado ciego, sordo y mudo... Aunque no comprenda ciertas editoriales de Pedro J. Ramírez, me hubiera gustado tener un jefe tan valiente como tú, gracias por habernos dado tu luz, te seguiré buscando en Interntet.
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