Arcos de la Frontera
Cada vez estoy
más convencido que uno de los dones de mayor valor del hombre es la sensatez de
aceptar hasta donde llegan sus limitaciones para no caer en la ridiculez por su
incompetencia. Nuestras prendas de vestir, nuestro traje, con chaleco o sin él,
deben ser a medida de nuestra constitución física, y de ahí que se diga que “el
traje le queda grade” a alguien que no tiene aptitud ni inteligencia para ocupar
el cargo o representación que ostenta. Pero la ignorancia, atrevida e
irresponsable, es la primera que se le deja ver al insensato. Ignorancia que le
llevará en poco espacio de tiempo a sepultarle dentro de su propia incapacidad
resolutiva para gestionar cualquier tipo de conflicto. Sancho Panza creyó de
vera, y estuvo convencido, de ejercer de gobernador de la ínsula de Barataria y
de hacerlo bien.
Lo deseable,
para todos, sería el disponer de la capacidad de discernimiento necesaria para
darnos cuenta hasta cuales son las metas susceptibles de desempeñar en las que
se preste un servicio acorde con nuestra formación sin hacer el risible. Pero
el egoísmo, la vanidad, el afán de figurar, lleva a los inquilinos de mayor
sapiencia del planeta Tierra, a prestarse a lo que haga falta con tal de
figurar en lugar importante, preeminente, a sabiendas de que no dispone de la
capacitación suficiente, pero su ambición y desconocimiento lo ciega hasta el
punto de que él mismo llega a creérselo, que es idóneo y está capacitado para
desempeñar el cometido que el cargo requiere, cuando en verdad es el bufón del
evento, el hazmerreír de los demás, como magistralmente supo plasmarlo el
Príncipe de los Ingenios en la figura del escudero de don Quijote.
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