José María Pérez Gómez
Arcos de la Frontera
Cuando toca pedir perdón, no siempre es fácil. A veces nos cuelan goles que pueden acabar en tribunales y limpiar el nombre de quien hemos ofendido es difícil
Llevo desde los años ochenta dedicado a la información, en periódicos, emisoras de radio, televisión..., y hasta ahora nunca había cometido un error de principiante. Nunca permito el anonimato, pero cuando investigo y tengo la fuente delante doy veracidad al interlocutor, porque me cuenta su verdad, a veces de manera impulsiva, pero cuando no da la cara su verdad se desmorona y soy yo el que tiene la responsabilidad por haber publicado algo que lo parecía. Los que nos dedicamos a la prensa tenemos un código de honor por el cual no podemos revelar las fuentes y los errores son nuestros, por eso no publico los artículos si no se quien me los envía, esto sólo lo puedo permitir si es una poesía o algo parecido.
Esta mañana he recibido la llamada del Señor Troncoso, dueño de la gasolinera que se insinúa en uno de los artículos fruto de mis investigaciones y que aparece también en nuestra revista en papel, en la que la fuente sólo me habla si la protejo y claro, debido a esta protección me dijo cosas sin aportar pruebas y me fíe porque él era testigo de cargo..., no se había ido a un juzgado si no a mí, por lo que yo también soy culpable al haberle dado crédito y publicar esto sin tener las pruebas.
Visto así y puesto que uno de los señores del que me hablaba el supuesto testigo ha fallecido hace dos años, no puedo permitir ofender a esta familia desde nuestro panfleto, por lo que ya que la fuente no va a hacerlo por factores de seguridad, después de haberla llamado para ver si se mantenía en sus afirmaciones y si quería darle la cara al ofendido, soy yo él que creo que tiene que pedir perdón a la familia TRONCOSO, dueño de la gasolinera y solamente culpable de tener un negocio. Acepte nuestras disculpas por el daño causado, en nombre de nuestra revista y los que en ella trabajamos, a su disposición estamos.
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