Antonio Ortiz
Concejal y portavoz del grupo municipal Ven-T
…El rey ordena el ataque de las alas de su ejército, pero para
su sorpresa, los partidarios de Ágila
abandonan el campo de batalla con otro pacto. Los arqueros a caballo
empiezan a hacer estragos en las filas godas y tras varios días de batalla, el
rey es derrotado. Los musulmanes de Jeduhlá, obtuvieron la victoria y un preciado botín. Del tesoro sustraído
nadie sabía su ubicación. Ágila y los suyos ya se frotaban las manos
pensando en recuperar el trono, ya que el pacto consistía en que Tarik y los
suyos tomarían el preciado botín y tras alguna escaramuza más, regresarían al
Norte de África. Años después, en el 2014 del siglo XXI, ni con el ejército
del posterior descendiente, Don Rodrigo Ponce de León, ni “empalando” al equipo
que gobernaba la ciudad, se encontraba solución. Era tanta la deuda acumulada,
los gastos producidos y los errores cometidos, que no se encontraba solución
alguna. Pero en esta época no había jueces y la justicia era la espada. Saqueadas las arcas de Arcos; Ni con el
reino de Granada a sus pies, el Duque de Arcos conseguía reconquistar la ciudad
de los banqueros y mercaderes prestamistas. Ni con la ayuda de los Reyes
Católicos y las onzas de oro recibidas de la corona, podían administrar y
recuperar el Ducado. Ni con el escribano de la época, ni con el interventor
real a su favor, tenía aquello solución alguna. Don Rodrigo y sus caballeros estaban abatidos, desnutridos y sin ideas. Las
arcas saqueadas de madrugada, por varios oficiales arqueros, embarcaron desde
Gibraltar a tierras lejanas.
Don Rodrigo, indignado, con su espada desafiante, gritaba: “Ni
con la ayuda de mis primos, hermanos, cuñados y un batallón de soldados desvalidos
contratados, salimos adelante. Ni con 15
días en alza de batalla, conseguiríamos la victoria y recuperar el botín. Faltan
alimentos y agua para el ejército que se daba de baja. El desánimo reina entre los hidalgos, oficiales
y caballeros. La ciudad estaba abatida a impuestos, el trigo y la leña escaseaba,
sólo quedaban reservas para unos días. Por no quedar no quedaban ni palomos en los palomares. Vendimos hasta las buenas armaduras
forjadas en Toledo. Ni con el 750 centenario, ni con músicas y banquetes
populares, el gentío se apaciguaba y conformaba. Los campos desolados y sin
sembrar. Vacíos como las alforjas de los arrieros. Los caballos y burros desnutridos
y a punto de alimentar a los lugareños hambrientos. Se lo habían llevado todo. El
panorama es desolador. La desesperanza agobiadora. Los soldados necesitaban un
motivo, una razón para seguir confiando en su supuesto noble señor. Necesitaban una solución urgente y rápida,
pero no se atisbaba ninguna en el horizonte. Las Arcas de Arcos han sido saqueadas, la
Iglesia consciente, no daba crédito a lo sucedido, sólo quedaba rezar por un
milagro. Plebeyas de alta y doncellas de baja quedaron sin ocupación. Finalmente
los hidalgos, reconociendo la tragedia, gritaron: - ¡ Que se salve quien pueda,
porque aquí no hay quien viva !. La mayoría partieron a otros reinos y
fronteras buscando trabajo que los alimentara, los jóvenes y más fuertes
llegaron más lejos hasta tierras lejanas. . ¡ Salud y calma vecinos !!,
gritaban por las calles, o nos salvamos todos, o no se salva nadie…
Y aquí acaba la leyenda de los tristes y amargos años en los que
Saquearon las Arcas de Arcos.
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