domingo, 6 de mayo de 2012

UN AÑO EN PERU

Padre José Luis Calvo Vicente
Lima

Romería de Santa María Magdalena, Puerto Serrano
       Parece que fue ayer y ya ha pasado un año desde mi llegada a Perú el 29 de Abril del 2011. El tiempo ha pasado volando y eso es buena señal de que a pesar de que un proceso de inserción es lento pues implica ver, escuchar y hacer poco, no he tenido tiempo para aburrirme. No quiere decir que no me haya acordado de tantas personas, familiares, amigos y cosas que he dejado en España, pero aquí he encontrado otra familia, otros amigos y otras cosas que me han ayudado a que este año haya sido muy feliz a pesar de algunas dificultades encontradas. Y es que en estos doce meses que llevo en Perú he tenido de todo: problemas de adaptación a otra cultura, otra iglesia, otra pastoral muy distinta a la que he tenido hasta ahora había realizado en España; el carácter del peruano, muy emotivo y con un ritmo muy lento, todo lo opuesto a mi carácter . Pero a la vez he tenido grandes satisfacciones y alegrías de tal manera que en ningún momento se me ha pasado por la cabeza volverme a España. Los comienzos en un país de otra cultura no son fáciles y a veces me he preguntado qué es lo que Dios quiere de mi porque mis impaciencias y mi activismo han hecho que algunos momentos me sintiera que no iba a poder adaptarme a esta realidad pero a la vez he ido confiando que el Señor que me ha llamado a la misión sabrá que quiere de mi vida. Con distintos acontecimientos el Señor me ha ido indicando que su voluntad es que en estos momentos este sirviendo a la iglesia del Perú y en concreto a la iglesia que camina en el cono Sur de Lima donde han venido a vivir los más pobres de la Sierra y la Selva peruana.
        Hay gente que se extraña cuando se entera que he venido de misionero a una ciudad como Lima cuando la imagen del misionero es el que se va a la selva a evangelizar a los indios de la selva en América o los “negritos” en África. No tiene nada que ver con esa imagen bucólica del misionero recorriendo pequeñas comunidades en lugares inaccesibles a los vehículos, con caballos o por en lanchas por los ríos. Aquí el medio de transporte son las combis, pequeñas furgonetas destartaladas con 14 o 16 asientos y donde se meten hasta 30 o 40 personas y a los cerros donde no llegan estas andando. La lengua no es un problema tampoco pues todos (salvo algunas personas mayores que solo hablan quechua) conocen el español. Pero si es una zona eminentemente misionera pues se trata de una parroquia muy extensa y en continuo crecimiento y a donde vienen a vivir los más pobres de Perú. En el año que llevo aquí han surgido varios asentamientos humanos nuevos en lo más alto de los cerros y donde tenemos proyectado hacer dos nuevas capillas porque les queda muy lejos de las otras capillas. Hacer una capilla no es cuestión de un edificio, en principio una construcción muy sencilla, de madera como las casas de la gente. Se trata de ir haciendo una comunidad cristiana con gentes venidas de distintos zonas del país, con culturas, tradiciones y formas de vida muy distintas. A la vez que la construcción de la comunidad cristiana hay que construir la comunidad humana con gente arrancada de sus tierras por la miseria y el deseo de ofrecer un futuro mejor para sus hijos. Es verdad que la educación y la sanidad son más accesibles que en las aldeas perdidas de la sierra o la selva donde tienen un colegio o posta de salud a varias horas o días de donde viven, pero la deficiencia de la salud y la educación en estos lugares es muy grande. Además la falta de agua corriente, la humedad y la mala calidad de las viviendas (las primeras casas que construyen son de madera, plásticos y cartones) y la deficiente alimentación son un acicate para la propagación de enfermedades como la tuberculosis y el dengue. Muchas familias llegan desestructuradas, con la madre cabeza de familia al cargo de varios niños y tiene que ingeniárselas para buscar el sustento de mil y un maneras. El peruano se busca la vida como sea, no espera que le venga la ayuda del papa gobierno porque esta solo se da en ocasiones puntuales como elecciones y es pan para hoy y hambre para mañana. Aquí no hay prestaciones de desempleo, ni salarios sociales, ni ayudas de servicios sociales de ayuntamientos las pocas ayudas que puede recibir la gente es de las parroquias. Por eso me estoy volcando con todas mis fuerzas en la construcción de la cáritas de la parroquia y también en otras parroquias como he pedido mi obispo pues en la diócesis no existe una cáritas organizada como la hay en casi todas las parroquias de España., Son muchas las cosas que estamos poniendo en marcha en el centro de cáritas parroquial en la casa Santa Rosa (una casa grande de retiros con capilla, dormitorios, salones, cocina, jardín) y en las sedes de apoyo que son las distintas capillas. . Oficina para atender a las personas que llegan demando ayuda; elaboración de leche de soya y próximamente con el horno industrial que nos acaban de traer, de kekes, tamales y otros derivados del bagajo de la leche y hasta pan. Donación y venta de ropa nueva o seminueva a un precio muy asequible, donación y venta de medicinas en nuestro botiquín, arreglo de viviendas que están en condiciones infrahumanas, acompañamiento a los niños de las familias más necesitadas con apoyo escolar y educación en el tiempo libre en la sede de cáritas y en algunas capillas ( a estos niños se da una ración de leche de soya o de kekes, o de otras cosas derivadas del bagajo de la leche hasta llegar a las 100 raciones gratuitas que nos exige la ONG “Pan soy” . que nos apoya en el proyecto. talleres de promoción de la mujer, confección de ropa y próximamente esperamos contar con maquinas industriales para confeccionar ropa. También una ONG que trabaja con discapacitados dará próximamente en nuestra casa un curso para promotores/as comunitarios de ayuda a los discapacitados tanto para familiares, voluntarios y profesionales. Para todo esto se necesita la formación y organización de un equipo de voluntarios, tenemos cerca de 40 y esto da mucho trabajo. Pero intento que la urgencia de responder a tantas necesidades no me lleve a un activismo que me aleje de mi objetivo como misionero, crear esperanza entre las personas que más sufren de que es posible construir el Reino de Dios que Jesús inicio, aquí en estos cerros llenos de piedras y arena, sin esperar a su consumación en el cielo. Tengo muy claro que, como dice Jesús en la imagen de la viña que leeremos en el evangelio del próximo domingo, quinto de pascua, si no estoy unido a la vid de donde recibo la sabia, me puedo convertir en un sarmiento muerto que no produce los frutos que Dios quiere por muchas y buenas cosas que haga.
        En unas semanas las religiosas que han llevado la casa de ejercicios se marchan para Bolivia y entonces me tendré que trasladar a vivir a la casa pues no puede dejarse sola. Me cuesta dejar de vivir en el Paraíso, más cerca de los cerros altos y más alejados de la parroquia, pero bueno, eso no quiere decir que me vaya a olvidar de patear los cerros, recorrer las capillas y palpar de cerca la lucha diaria de las familias que acaban de llegar a Lima buscando un futuro mejor, pero ya estaré un poco más lejos.
        Con esta disposición afronto mi segundo año de estancia en Perú hasta que Dios quiera pues no me hago planes, el Señor los hace por mí, no sé si voy a estar por aquí un año más o cinco o toda la vida, no me lo he planteado, no es algo que me preocupe, vivo el presente haciendo lo que creo que Dios me pide en estos momentos pues he descubierto hace tiempo que es la única manera de ser feliz y poder hacer felices a los que el Señor va poniendo a mi lado. 

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