Álvaro Troncoso
Durán
Arcos de la Frontera
Al
ver el mencionado vídeo sobre el 750 Aniversario de Arcos en la corona de
Castilla, no he podido resistirme el poder corregir algunos de los numerosos
errores -algunos de ellos gravísimos-
que se aprecian en él, pues hoy día cualquier persona tiene acceso a esta
información presente en Internet, generando confusiones a todos cuantos lo ven
Para
comenzar, quisiera hacer un reparo sobre ciertas imágenes que aparecen en el
vídeo, de algunas que no se corresponden con el tema, tales como aquellas en
las que se presencian barriadas de construcciones recientes, la de un taller de
grabados…, mientras que no se muestran las que sí son de la época, caso del
mural de la Coronación de la Virgen de Santa María, la talla de la Virgen de
Belén que se venera en el mismo templo, ni en ventanal cegado que da al
Callejón de las Monjas, o el supuesto Círculo Mágico, que sólo se vislumbra
desde una elevadísima altura, cuando habría de figurar en primer plano. Así
mismo se debería recurrir a fotos antiguas, no sólo por las vistas de la población
o de sus calles, sino también de la existente de la antigua Virgen de Matrera
en su aspecto original, es decir, de reminiscencias góticas, o la de la
representación llevada a cabo por José Olivares Veas ayudándose de un candil,
pintando cuanto contemplaba en los paños o compartimentos interiores del ábside
de Santa María antes del traslado de la pintura de la Coronación de María a su
lugar actual, foto en la que se muestran tanto ésta representación pictórica
como las de un Santiago matamoros a caballo, una Huida a Egipto y las del
antiguo sagrario decorado con yeserías de aires mudéjares, ya que de haber sido
el mirhab de la primitiva mezquita, éste se hallaría en el paño central del
ábside, concretamente donde su ubicaban las pinturas de la Coronación de María.
A
esto, añadir cómo al tratar el apartado del recinto amurallado, se mezclan las
imágenes de lo que queda de éste con las de las ruinas del primitivo Convento
de San Agustín. Así mismo faltan otros testimonios con aires medievales como la
fachada del antiguo Convento de la Encarnación –el cual no aparece en primer
plano- o las bóvedas de la nave y del ábside de San Pedro conjuntamente con su
Retablo Mayor, el más antiguo de toda la provincia de Cádiz. El anterior lo era
el del mural de la Coronación de María, ricamente adornado con doseletes
góticos, en concreto, imágenes próximas a la época, de la que trata el tema.
La
expresión de que la primitiva población de Arcos se muestra encaramada en una
peña no creo que sea la más idónea. Está claro que “peña” es sinónimo de
“roca”, más creo que sería ésta última la que debería utilizarse, ya que Arcos
dispone de varios precipicios conocidos como “peñas”, recibiendo éstas los
nombres de “Vieja”, “de San Juan”, “de Berlanga” y de “San Sebastián”. Quisiera
aclarar que la “de San Juan” es aquella sobre la que se ubica la Iglesia de San
Agustín, ya que antes de la existencia del convento de los agustinos, el mismo
solar fue ocupado por otro cenobio bajo la orden de San Juan de Letrán –este es
el motivo por el cual una de las calles que conducen a San Agustín recibe el
nombre de Calle de San Juan-; la de “San Sebastián” es la que se establece en
la parte trasera del Hospital de San Juan de Dios, pues con anterioridad a este
edificio existió el primitivo Hospital de San Sebastián. Y por último, aclarar
que a la que hoy día quieren bautizar como “Peña Nueva” por el hecho de que las
aguas del río Guadalete fluyen primeramente por la conocida como “Peña Vieja”,
de siempre ha recibido la denominación de “Peña de Berlanga”, por encontrarse
frontera a la antigua dehesa del mismo nombre perteneciente al término
municipal de Jerez, ubicada a mediados del siglo XIX a tan sólo una distancia
de tres leguas en dirección Este de la citada ciudad. Desde estas líneas se
solicita que en las próximas ediciones se corrijan los folletos que se entregan
en la Oficina de Turismo en los que la “Peña de Berlanga” figura con el nombre
de “Peña Nueva”.
En
cuanto al apartado en el que se hace alusión de que Arcos “fue una de las
ciudades más relevantes den la frontera de la España medieval”, esclarecer que
esta localidad recibió el título de ciudad en 1472 por el rey Enrique IV de
Castilla, cuando Granada se entregó a los Reyes Católicos el dos de enero de
1492, o sea, un período que no alcanza las dos décadas recién cumplidas de que
Arcos fuese elevado a este rango. Por tanto, el mayor tiempo en el que sus
habitantes desempeñaron los papeles de defensa y de combate –más de dos siglos
llevando a cabo la labor de las artes marciales-, fue cuando aún ostentaba el
título de villa, término que debería emplearse en este apartado, o bien
sustituirlo por el de población o localidad.
En
lo que concierne a que “su centro histórico se convierte en testimonio de
romanos y visigodos, moros y cristianos” –sobra una conjunción copulativa queha
de sustituirse por una coma, pues todo debería figurar unido en una única
frase-, cuya roca ya estaba habitada desde la Prehistoria, cabe realizar la
pregunta ¿Acaso los visigodos no eran ya cristianos practicasen bien el arrianismo
o el catolicismo, o es que sólo se consideraban cristianos a aquellos que
únicamente practicaban el catolicismo durante su lucha contra los partidarios
de la media luna? Y respecto al tema de los moros ¿Saben quiénes eran en
concreto éstos? Pues como punto de inicio, señalar que los moros ya existían
antes de que surgiesen en la Historia tanto las religiones cristiana como
islámica. Quisiera dejar bien claro que en un principio este vocablo es un
gentilicio y que no es sinónimo de musulmán o mahometano. Para comenzar,
exponer que los primeros moros fueron precisamente romanos, aquellos que en sí
eran naturales de la antigua provincia que el imperio romano poseía en el norte
de África, conocida con el nombre de Mauritania (territorio que actualmente comprenden
los países de Marruecos – de donde deriva su nombre-, Argelia y Túnez), de la
misma manera que la Península Ibérica se hallaba dividida en otras tres
provincias: la Bética, la Tarraconense y la Lusitania. Es conocido cómo los
primeros musulmanes que entraron en la península fueron árabes, es decir,
naturales de Arabia, y posteriormente penetraron otras tribus procedentes del
norte de África como los Almorávides –término que de por sí ya esclarece el término “moro”- y los almohades, derrocando continuamente los
unos a los otros por hacerse con el territorio que ocupaba la antigua
Al-Andalus. Conjuntamente con ellos también existieron los bereberes. Reitero,
no toda aquella persona que practica la religión mahometana es un moro o una
mora, pues tan sólo lo son los marroquíes, los tunecinos y los argelinos.
En
lo referente a la tipología de sus calles, se narra que éstas son de aire
morisco. Cuánto atrevimiento el mencionar este término, ya que los moriscos
fueron aquellos musulmanes que tuvieron que ser bautizados tras una pragmática
dictada por los Reyes Católicos en 1502, fecha en la que ya había pasado poco
más de una década que las huestes cristianas tomaron la capital del reino
nazarí, Granada, concretamente el dos de enero de 1492. Es imposible que los
moriscos, siendo una minoría, llevasen a cabo el trazado de las calles de
Arcos, población que ya era habitada por los cristianos de manera definitiva
desde el siglo XIII. En concreto, el trazado urbano de esta población sigue la
tipología islámica, es decir, aquella en la que predominan las calles angostas
y sinuosas, a la que se unen las plazoletas de reducido espacio.
Y
más grave aún ¿Qué tiene que ver con el tema exponer el texto de que esta
localidad es “cuna de cantaores y poetas insignes, fuente de inspiración de
artistas” y tras ello, como fin de la exposición, decir “Arcos, en la Corona de
Castilla”? Son cosas que no encajan con el argumento o contenido en cuestión.
Asuntos a exponer en ello serían algunos como los del repartimiento de casas y
tierras que Alfonso X realizó entre cincuenta caballeros de linaje procedentes
de Sevilla, trayéndose cada uno tanto a sus propias familias como a sus
sirvientes, escuderos y peones, personas que de por sí eran instruidas en el
arte de la guerra, o bien el de los privilegios que le fueron otorgados a sus
pobladores por el citado monarca, caso de los que poseían los grandes
caballeros de Toledo y de Sevilla a los de Arcos, o el del título de hidalguía
para todas las personas que habitasen en esta población –ello les permitía no
tener que pagar ciertos tipos de impuestos tanto a la Corona como a la
Iglesia-, etc…, puntualizando que aún persiste el nombramiento de que todos
cuantos vayan morando en Arcos ostentarán el citado título, pudiéndose tomar
para ello imágenes de documentos antiguos, calles, escudos nobiliarios,
cortijos o haciendas con sus correspondientes latifundios plagados de olivares
(hay que recordar que el aceite de la Bética, era aquel que se exportaba a la
mismísima Roma para la alimentación, empleándose el de la Península Itálica
para otras cosas, como la iluminación), pastos, ganado, restos de algún bosque
(el rey Sabio les concedió también el privilegio a los arcenses de poder talar
los bosques y de poder pastar con su ganado hasta las orillas del río
Guadalquivir), etc…
En
definitiva, personalmente creo que merecen un suspenso tanto el autor del texto
como quien lo aprobó para su publicación, así como quién se prestó para la
locución, ya que éstos últimos también deben conocer cuánto se va a publicar,
pues proporcionar la voz a unas imágenes plagada de errores también supone el
desconocimiento de la materia.
Magnifico articulo, gracias Álvaro por la extraordinaria lección de historia de Arcos que nos has regalado.Espero seguir leyendo mas articulos tuyos por este medio
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