EL PRENDIMIENTO en la Plaza Bóticas |
Arcos de la Frontera
A las puertas de Santa María no se cabía, por las gradas adornado con claveles rojo Pasión o sangre, bajaba “EL PRENDIMIENTO.” El intenso murmullo de la muchedumbre se podía oír en el recinto monumental y de fondo la banda sonora que ponían los cornetas y tambores venidos desde Alcalá de Guadaíra. En la tarde del Domingo de RAMOS, la lluvia cesó y este año una vez más vimos salir al SEÑOR, que a mi entender nuevamente iba mal acompañado, como siempre..., por el mismo traidor y por ese soldado romano malvado y sin escrúpulos, que lo llevan amarrao como si fuese un malhechor a la vista de todos, que somos los peores, pues nunca hacemos nada por impedirlo, ni siquiera lo denunciamos y peor aun, que si lo hacemos tememos que nos tomen por majaras..., que así está el patio. Si reíros, que podéis, pero cuando llega el Domingo de Ramos, todos vais a verlo, algunos por tradición, otros por fe, curiosidad e incluso los hay con cierta indiferencia...
En la tarde noche de ayer algo llamó mi atención, no era El Señor, ni los penitentes, tampoco la banda, ni los costaleros... En la Plaza Boticas había algunas personas con las lágrimas contenidas, creo que de emoción, intenté comprenderlas, meterme en su piel y pensar el por qué del derramamiento de tales lágrimas, no se..., quiero pensar que por lo mismo, por la impotencia de tener delante a Judas, al romano ese y no poder hacer nada. ¡Ay! Si se pudiese cambiar la historia..., miré hacia las estrellas que no pude ver y cuando bajé mi mirada estaba envuelto en otra escena:
El olivo se quedó perplejo y sin aceitunas, sus raíces bebían sangre de redentor, el capataz embriagado por el intenso olor a incienso mandó levantar el paso hasta el cielo y a Judas se le cayó la bolsa repleta de monedas de plata, todos los parados de Arcos se tiraron de cabeza a recogerlas, una chica guapa le hizo un guiño al romano, lo invitó a una copa en el Mesón los Murales, que Pepe Bautista, cómo no... le puso bien cargada, como las que le ponía a mi Padre, a Manuel Pérez Regordán en la memoria, y éste, el soldado se despistó, se quedó dormido, momento en el que El Cristo se le escapó y corría más que un gamo por la calle Maldonado, un fuerte aplauso sonó y los del paso sin enterarse..., que lentamente se perdían por la calle Boticas buscando la Plaza del Cananeo, como si nada hubiese pasado y antes de llegar a la iglesia de San Pedro, ya Judas se había ahorcado.
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