Salvador Hueso Sañudo
Arcos de la Frontera
Cada día miles y miles, millones de españoles, meten en algún juego de azar como la lotería, bonoloto, primitiva etc., y siempre con ilusión y el ruego a la diosa fortuna que resulte agraciado con algún premio sustancioso que le saque de la situación calamitosa en la que se halla o mejore la ya desahogada que disfruta. Y bueno, la verdad es que algunos lo consiguen, y precisamente a costa de aquellos otros muchos participantes que no se ven favorecidos por la suerte ni siquiera con el reintegro de la cantidad que jugaban.
En la vida todo tiene un precio, un valor, y en los juegos del acaso o la suerte el importe de lo que se juega es el coste mínimo irremisible que hay que pagar por la ilusión de la que se va a ser portador hasta el día del sorteo, en el supuesto, bastante probable, de que no se consiga ningún premio.
Es obvio que en los juegos de azar en los que las cantidades de los premios, que por razones de tipo acumulable como son los botes, alcanzan cifras millonaria pueden dar un giro de 180º en la vida de la persona o unidad familiar que sea agraciada, pero ojo, bromas las menos y no nos engañemos, que el cambio puede ser para bien o para mal, porque cuando no se está preparado para digerir algo tan brusco, como es el de pasar de pobrecito a nuevo rico, se puede producir con bastante frecuencia una indigestión, o lo que es lo mismo, la incapacidad del sujeto o unidad familiar para afrontar su nueva situación, y en poco tiempo pueden hallarse en igual o peor circunstancia que antes de convertirse en poseedores de mucho dinero.
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